Día 25. Cánace.


Llegamos justo en el momento en el que Cánace va a suicidarse con la espada que le ha entregado su padre, Eolo. Este se había enterado de que esa niña que descansa al fondo de la habitación, era fruto de las relaciones incestuosas de su hija con Macareo, también hijo suyo. Cánace apenas tuvo tiempo de explicar en la carta que escribía apresuradamente que elegía esta salida a cambio de que el padre de ambos no lanzara a los perros a la pequeña Anfisa, su hija. Como se ve, todo era digno del más escabroso de los folletones, y de hecho inspiró alguna que otra tragedia en la antigüedad. Es más, recuerdo haber leído a Suetonio que el mismísimo Nerón representó el papel de Canace Parturiens ante el pueblo de Roma.


La imagen es obra de Robinet Testard, uno de los grandes ilustradores de manuscritos renacentistas. La realizó hacia 1497 como parte de una version de las Cartas de Heroínas de Ovidio que encargó la madre del rey Francisco I de Francia, Luisa de Saboya. Robinet era un viejo proveedor de la casa desde los tiempos del ya entonces fallecido marido de la reina madre. Y creo que cuando se acometió esta Cánace, todos tenían presente, madre, hijo e iluminador, que la historia hacía referencia al finiquito que había dado el difunto padre al condado de Armagnac, justificado en las relaciones incestuosas que mantenía su conde, Juan V, con su hermana Isabel, "una de las más bellas damas del reino”. Y es que no hay nada mejor que los pecados del prójimo para legitimar los nuestros…


Estoy buscando alguna bibliografía sobre Robinet Testard. Pero como aperitivo voy a dedicar el día de hoy, en cuanto termine con mis obligaciones laborales, paternales y culinarias, a repasar el interesantísimo “Elogio del individuo” de Tzvetan Todorov. Si no recuerdo mal, en él se habla de los iluminadores que precedieron a Robinet y esto, sin duda, va a entretenerme este vigésimo quinto día de encierro.


Que pasen una Buena jornada.

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