Día 40. La Peña de la Cafetería Castilla.


23 de abril, día 40 del aislamiento. Teóricamente hoy cumplo la cuarentena, por lo que debería estar ya autorizado para salir a la calle... No parece claro qué es lo que va a hacer hoy: ha amanecido el día gris, liso, como si no hubiera sobre nosotros más que una inmensa nube.


Hace ya unos cuantos años, un buen amigo, que suele asomar por aquí, encontró en el rastro de Madrid una edición de julio de 1952 del “Kon-Tiki” de Thor Heyerdahl, la cuarta de Editorial Juventud. En sí no hubiera llamado más su atención, si no fuera porque ojeándolo se encontró con que en la parte posterior de su contraportada venía escrito a mano un largo texto que comenzaba de este modo:


“Este libro se compró el día 17 de febrero de 1953 (3º día de carnaval) entre los componentes de la Peña de la Cafetería Castilla (…)”


Sabedor de mi gusto por los libros con rastros de sus anteriores dueños, este amigo lo compró, guardó en su mochila y conservó hasta el día en que volvimos a vernos. Ni que decir tiene que en cuanto me lo entregó y llegué a mi casa, me puse a averiguar sobre ese grupo de compañeros, estudiantes casi sin duda, que acostumbraban a reunirse en la cafetería Castilla de la Plaza Mayor de Salamanca, y un día de febrero de 1953 decidieron comprar conjuntamente este libro y establecer por sorteo tanto el orden de lectura que iban a seguir, como que el libro pasaría a manos del último de los lectores una vez acabada la ronda.


De eso hace algo más de 67 años, y a pesar de que de algunas de las personas que se mencionan en ese texto he llegado a averiguar algo, es imposible saber lo que ocurrió a este “Kon-Tiki” desde aquel día de febrero de 1953 en la Cafetería Castilla de Salamanca, hasta su aparición en el rastro de Madrid a principios de la década del año 2000. Me vale con saber lo poco que he contado de su existencia. Es mayor que yo, y desde que está conmigo, acostumbro a dedicarle un rato todos los 17 de febrero. Quién sabe, suelo pensar, quizá ésta no es sino una etapa más en un recorrido que seguirá otro rumbo cuando él, con el resto de sus compañeros de esta biblioteca, la abandonen para alcanzar otros destinos.


Feliz día del libro. Y dejen tranquilos a los dragones, por favor.



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