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Mostrando entradas de mayo, 2017

Inimigo de hipócritas e frades...

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Y de citas sobre lecturas recientes o recordadas voy a intentar escribir algo. La culpa la tiene haber devorado con las ganas y el entusiasmo del nostálgico el “England´s Dreaming” de Jon Savage, un extenso recorrido por aquella breve historia que fue la de los Sex Pistols. Entre otras muchas cosas, en él hay obligadas referencias a “Rastros de carmín: una historia secreta del siglo XX” de Greil Marcus, del que precisamente guardaba unas notas, de las que transcribo esta para darles paso después a la última de mis referencias: “A lo largo de la década de los veinte, los surrealistas buscaron una poética que destruyese el simbolismo hipnótico de la iglesia. Luis Buñuel, que de joven caminaba por las calles de Madrid disfrazado de cura, arriesgándose a ir a la cárcel a causa de ese chiste privado, y que en 1930 rodó la película blasfema L’Age d’or, experimentó su primera atracción hacia el surrealismo a causa de una foto publicada en 1926 en la revista La Révolution surréaliste: “Benjam

Petrarca-Sade

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“¡Salud! Es posible que algo de lo escrito por mi haya llegado hasta ti, aunque desde aquí pueda resultar dudoso que mi oscuro y pequeño nombre sea capaz de alcanzarte a través del tiempo y el espacio. Quizá quieras saber qué clase de hombre fui, y que ha sido de mis obras, especialmente de las que has oído hablar, por muy vagamente que haya sido.” Así comenzó Francisco Petrarca allá por el año de 1370 su “Carta a la posteridad”, un ejercicio de supuesta autoconfesión, dirigido a mostrarnos lo que fue a quienes le observamos desde el futuro. Ahora que la tendencia generalizada parece ser precisamente esa, puede costar entender lo sorprendente de su actitud. Pero el hecho de que invitara a sus lectores a oírle hablar de sí mismo, de sus sentimientos y percepciones, era en sí algo novedoso en unos tiempos en los que la individualidad, como tal, no tenía apenas consideración. Pero los hechos de 1348 habían provocado que muchas cosas empezaran a cambiar… La peste de aquél año terminó con

Vacio

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Esta colección de retratos del pintor Anton Räderscheidt (1892-1970) pertenece al grupo de fotografías titulado 'Los artistas' dentro del proyecto documental de August Sander 'Personajes del siglo XX' . Sander tomó la mayoría de ellas en su estudio. Räderscheidt nos observa fijamente, hierático y a la vez retador desde el pavimento de distintos escenarios que exhiben la arquitectura típica de Jugendstil (Modernismo) de la Alemania del principio del siglo XX.  El tiempo parece haberse detenido en estos profundos escenarios desiertos. El vacío antinatural del fondo urbano crea una atmósfera extraña que se acentúa con esa mirada penetrante, capturada con eficacia por la cámara de Sander. Como la mayoría de los otros pintores y escultores fotografiados por Sander para esta colección, Heinrich Hoerle y Otto Freundlich por ejemplo, Räderscheidt era un miembro del colectivo de artistas con raíces en el Dada y conocido como "Los Progresistas de Colonia" .

Jesse James o la reputación poética de un pueblo

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El lunes 10 de julio de 1882 el periódico  madrileño “El Día” informaba del entierro del bandido Jesse James, aproximadamente dos meses después de que hubiera tenido lugar, en un curioso artículo que paso a transcribir. “Un bandido célebre. No se dirá que los Estados Unidos no tienen leyendas. Basta que exista un personaje de la talla de Jesse James, para salvar la reputación poética de un pueblo. La antigüedad ha colocado entre los héroes, a gentes que no habían hecho gran cosa, y que sobre todo, no luchaban con las dificultades que opone la sociedad moderna. Hércules, Teseo y otros aventureros célebres, ignoraban la existencia de la policía y de la Guardia civil; en cambio, Jesse James, ha tenido que vencer a todas las instituciones que en las sociedades modernas se dirigen contra lar personas que desprecian demasiado las conveniencias sociales y la actual organización de la sociedad. Jesse James nació en el Missouri. En este Estado se estableció como bandolero, ejerciendo sus hazaña

Codex Manesse

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El Codex Manesse es una antología de la obra de 135 Minnesängers de entre mediados del siglo XII y principios del XIV. Los tales Minnesänger eran la versión germana de los trovadores provenzales, y, como ellos, se ganaban la vida componiendo obras galantes, con mayor o menor fortuna, para obispos y príncipes. Aunque no está muy claro, parece ser que hubo dinastías que se dedicaron durante generaciones a la creación de estas cancioncillas y versos de corte amoroso, picante o satírico para sus señores. De ello vivían, e incluso alguno también moría, como le ocurrió al tercero de los llamados Reinmar von Brennberg, quien en 1276 probó el acero de vaya usted a saber si un grupo de maridos celosos, u honrados burgueses objeto de alguna de sus sátiras. Así lo recuerda el magnífico Codex Menesse, junto con alguna de sus composiciones, en el folio 188r.

Liñiou faté

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Los dioses son caprichosos. Lo mismo hacen gala de una extrema crueldad con nosotros, pobres mortales, que se muestran a continuación generosos y llenos de bondad. Así conducen los vientos de la fortuna, y dejan que con la incertidumbre en nuestros corazones, vivamos sometidos a su antojo. No hay camino trazado por ellos, pues supondría un obstáculo a su voluntad cambiante. De todo esto era consciente el poeta Horacio, y de que las cosas podrían volverse en su contra también. Por ello, cuando fue encargado de celebrar la derrota y muerte de Cleopatra y Marco Antonio tras Accio, no quiso sacrificar la oportunidad de hacer una fiesta de ello, y despachó rápidamente sus primeras estrofas con una transcripción textual de otras que escribió Alceo de Mitilene quinientos años antes: "Nunc est bibendum, nunc pede libero pulsanda tellus" (“Ahora es el momento de beber, ahora es el tiempo de bailar como loco sobre la tierra”) Horacio tenía claro que lo importante era celebrar la vida,

San Miguel

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Por razones que podrían ser algo extensas de explicar, se da la circunstancia nada casual de que los grandes santuarios dedicados a San Miguel, están situados siempre en alturas rebosantes de magnetismo. El Mont Saint Michel, en la región francesa de Calvados, es quizá el más conocido de todos, aunque no para nosotros en esta perspectiva de hace poco más de 100 años, cuando se debía acceder a remo durante la pleamar. Del siguiente, del de Aralar, vale con recordar que hay quién se acerca hasta él en los brumosos días de invierno, cuando desde los pozos que emergen de la tierra entorno al santuario, parece ascender el aliento bronco del dragón que dicen habita sus entrañas. La Sacra di San Michele, al norte de Italia, muy cerca de Milán, es conocida por haber servido de escenario para la versión cinematográfica de "El nombre de la rosa" de Umberto Eco. Es el único de los tres que no conozco... Pero a esta ausencia me he propuesto marcarle una fecha de caducidad.