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Mostrando entradas de abril, 2011

El sonido de la tierra tragada por los gusanos

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Leo en casa de unos amigos algo sobre los caminos, senderos y deseos que uno debe cruzar haciendo soledades para llegar a no se qué lugar... Lo mismo da. El destino, o el final si se quiere, no es lo que importa: más bien es lo que se quiere evitar, alargando marchas, y deteniéndose cada dos por tres en este o aquél ventorro para mitigar la sed, o hincar los dientes a alguna vianda de la que hace fama, o su honor, la tierra por la que se pasa. Pero bueno, que no puedo evitarlo: cada vez que suena en mis oídos la palabra camino, revive en mi memoria el sonido del barro seco hollado por el paso lento y silencioso del viajero. Cada uno tendrá su sonido en la memoria, pero el mío es éste y la convicción de que quizá sea esa sensación de viaje, de continuo vagar, la que nos hace sentirnos especialmente vivos. Recuerdo haber estado así de vivo hace muy pocos días. Era muy lejos de aquí, de donde ahora estoy, en un lugar donde no valen conexiones, ni coberturas: todo es silencio, y el esc