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Mostrando entradas de 2012

Cielo azul, mar negro

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Pasa que desde esta lejanía y en el mismo momento en que le daba a esta foto, recordé mi viejo y olvidado cuaderno. Llevo unos días fuera de ese mundo que es en el que vivo habitualmente, y tengo la sensación de que todo aquello que habita en él va difuminándose poco a poco en el fondo del olvido. Es como ese mar que se confunde con el cielo en los anocheceres de los días nublados, dando la apariencia de que por una vez lo malo ocupa la lejanía celeste, y lo bueno estos infiernos terrenales.

Carta a Fra Angelico

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Estoy seguro de que usted sabrá que de tanta ausencia, a uno le cuesta volver a presentarse al umbral de la puerta y contar algo que merezca la pena. Afortunadamente, Anarkasis me ha dado el pie y por lo menos sé a quién dirigirme. Le imagino pintando esas obras que a mí siempre me han parecido tan egipcias con esa luz, un sol tan presente y unos personajes que parecen querer ponerse de perfil. - ¿Ha visto todas esas notas que dejan sobre su tumba? - ¡Como para no verlas! Todos los días cae alguna, y parece que estuvieran dirigidas a quienes me visitan más que a mi mismo. Las leo de los labios de los que las escriben mucho antes de que podáis verlas sobre el papel. Los hay quienes incluso las fotografían, sin saber que me las ingenio para que salgan con un pequeño sfumato que aprendí de Leonardo cuando se vino por estas eternidades. - ¿Eternidades? - Estoy en vuestro libros, en vuestros museos, en vuestra cultura… ¿Qué otra eternidad puede buscar el creador que la de la pervivencia a

Plat du jour

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- ¿De dónde vienen ustedes? De perdernos entre los monumentales delirios de Violet Le Duc en Pierrefond, de revisar los cielos en Montmartre, o soñar con perdernos entre los volúmenes de la biblioteca de Fontainebleau, ¿Encontraremos el grafito en Chartres? - No lo se, pero ajusten sus cabezas, que mañana les serviré un plato que no será de su gusto: el de comenzar su retorno a la realidad.

Apetitos

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El vivo sabor de los caracoles al modo de Borgoña, hace perderse a mis sentidos... ...en las formas sinuosas de la vieja fe de París... ...en los apetitos palaciegos de brillantes formas... ... o en las densas penumbras que nos llevan sin descanso hacia las entrañas del porvenir.

Nota de viaje

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La Champagne se prepara para celebrar la abundancia. Muy cerca de ahí, en el Chemin des Dames, la muerte esta presente como la luz que agita los cielos. El bosque. El bosque del frente. ¿Recuerdas? Serán tantos, que el evocarlos se vuelve imposible.

Nubes

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Me hubiera gustado haber dejado en este cuaderno alguna que otra anotación más antes de desaparecer durante un tiempo con la excusa de las vacaciones, pero este segundo semestre del endiablado 2012 viene cargado de vientos y aguaceros, y apenas me va a quedar tiempo suficiente para dedicarme con alguna coherencia a las cosas del Laberintos. Prefiero pues echar la llave antes de tiempo y dejar las cosas como están. Por lo tanto, ustedes me van a excusar si voy haciendo mutis por el foro, planto mis habituales nubes de ausencia encabezando mi cuaderno y lo dejo cerrado sin fecha de regreso. Por supuesto que siempre que pueda pasaré por su cuadernos y dejaré alguna palabra, que veo más sustancioso ésto que rellenar con textos inconexos el mío. Que pasen unas felices vacaciones. Salud

Talán, talán, talán

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Que Pierre Desmouleux  no citara este pequeño texto en el apéndice de su “Vie de Antoine de Bonfils” dedicado a recopilar las referencias tanto de la obra editada de su biografiado antes del año 1954, como de los textos dispersos, ha vuelto locos durante muchos años a los especialistas en este personaje. Sin embargo, el hallazgo hace menos de una década de sus memorias manuscritas en Lupiac, ha eliminado cualquier duda al respecto. Puede que se trate de un texto menor, de juventud, escrita por una mano inexperta, pero encierra en sus palabras una frescura que a mí, personalmente, me hace apreciarla con especial cariño. Vaya esta pequeña joya por la Condesa, para que su recuperación sea plácida y suave, como las palabras de Antoine de Bonfils, y perdóneseme el haber trocado la enfermera pidiendo silencio por mi tocayo Mr. Darwin.  Brilla templada y suave la brisa. La sombra castañea y cruje danzando sobre mí, como el péndulo lo hace cuando anuncia un secreto ancestral. Juraría que en al

Ceci tuera cela

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Esperábamos a la hora de comer y a la llegada de los comensales, un puñado de buenos y ya viejos compañeros, algunos de los cuales conocía ya de años pero nunca personalmente. Lo hacía dando vueltas al modo de contar lo que hasta ahora tengo averiguado de las andanzas de Pedro Onara, y lo que en ello tienen que ver el Beato de Liébana, Elipando de Toledo y algún que otro arzobispo más de aquella casa. Mientras llegaban, intentamos además domar el brío con el que el pequeño Iago se subía a los bolardos que impedían el acceso a la Plaza del Ayuntamiento, y les ordenaba que se bajaran como había visto poco antes al paso de un vehículo municipal. - ¡Bájate, ya , azkar ! - Iaaaaago, tate quieto, que te vas a caer y la vamos a tenerrr. - No, que no me caigo - ¡Que vengas aquí, jo..! Bueno, lo habitual en circunstancias como estas. De aquella plaza tenía un recuerdo muy claro de mi anterior visita. Seguramente uno de los más nítidos que conservo en mi memoria, pues fue estando ahí, cosa de 18

Testiculum Antichristi

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Había esperado con gran impaciencia aquél día. En la sala capitular de la Catedral de Toledo iba a encontrarme con los retratos de dos de sus prelados. Tenía la esperanza de que ellos pudieran ayudarme a ordenar y dar un sentido a toda la información que había estado recogiendo desde meses atrás. Lógicamente, ninguno de ellos iba a salirse de su imagen para darme la clave de todo ese batiburrillo, pero sí que esperaba el encuentro con el lugar del que tanto insinuaban aquellos papeles. Pero hablemos de uno de los retratados en aquella sala, del primero de los dos que fui a buscar, Elipando de Toledo, y de lo que me vino a la cabeza esa mañana del  5 de abril, mientras aguantaba como ausente frente a su imagen, los empujones, gritos y murmullos de los innumerables turistas que visitaban el lugar. Desde nuestro encuentro en Paris, Iñigo y yo nos hemos visto en un par de ocasiones más. Pero el contacto lo mantenemos sobre todo gracias al correo electrónico y a alguna llamada que otra. Fue

7 años. Pequeño diccionario debatziano.

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Para los que llevamos ya algún tiempo en esto de los blogs –o cuadernos, como prefiero llamarlo-, se va convirtiendo en una costumbre sorprendentemente rutinaria esto de ir, a cada paso de año, rompiendo el hilo argumental que veníamos arrastrando en anotaciones anteriores, para recordar a nuestros pacientes visitantes que hoy, tal día como el de hoy, nuestro cuaderno, o nosotros como blogeros, hemos cumplido un año más en este mundo virtual. Me toca el 19 de abril, pues, el de hace ya siete años, es aquél en el que empecé en este negociado con el primero de mis cuatro cuadernos: uno al que llamé Ex Oriente Lux y del que se puede saber –como de los siguientes-, lo que se desee curioseando en los enlaces que hay por algún lugar de la columna que hay a la derecha de este texto. El caso es que a uno se le queda un poco la mente en blanco cuando le llega el aniversario: ¿qué hago?, ¿qué cuento para celebrarlo? ¿y si no digo nada, y dejo pasar el año sin que nadie se entere, para quitarme e

Camino de Toledo

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Hará cosa de 5 ó 6 años tuve la fortuna de conocer a Iñigo Pérez Redondo, autor para mí de una obra apasionante. Ya antes de aquél primer encuentro, había leído con avidez “Las muertes de Fígaro” , su poemario “Nudos de pausividad” –Premio Aguamixa de poesía 1997-; así como una interesantísima colección de estudios sobre las infinitas conspiraciones políticas habidas en la España del siglo XIX, cuyo nombre no recuerdo. Así que, cuando cruzamos nuestras primeras palabras aquél verano de hace alrededor de 5 ó 6 años, puede decirse que yo jugaba con ventaja al saber quién era. Coincidimos muy cerca de París, en el archivo de Vincennes, antigua prisión en la que pasó un tiempo Diderot, e hizo de Rousseau un filósofo en sus idas y venidas para visitar al enciclopedista. Me había llegado a aquél lugar aprovechando unas vacaciones, para dar un poco de claridad a los misteriosos manejos de Armando Pignatelli –a quién intentaba biografiar con la ayuda de un amigo-, con nadie más y nadie menos

Sala de espera

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  Se me ha ocurrido enviar una anotaciòn desde el telefono, mientras dejo pasar el rato en una sala de espera para que me hagan una extracciòn. La imagen es de la parroquia de St. Georges, muy cerca de St. Emillion. La tomé una fresquísima mañana de finales de diciembre. La niebla lo envolvía todo. El silencio invitaba a nuestros sentidos a perderse en la intemporalidad de aquél lugar. Pasado. Presente. Futuro.

Asalto al tren

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Leo en un número de La Correspondencia de España de 1869 la siguiente noticia: "El tren de Andalucía que llegó a Madrid el domingo, fue detenido entre Valdepeñas y Mansanares por una partida de ladrones. Era la madrugada, y los viajeros, al mismo tiempo que el tren detenía su marcha, oyeron los gritos de !alto y fuego!. Había, en efecto, alrededor de los coches, un grupo de quince ó veinte hombres armados, que colocando luces rojas en la vía habían hecho detener el tren. Por fortuna en el mismo venían algunos guardias civiles que se echaron al suelo dando voces de que los viajeros que tuvieran armas las prepararan, y habiendo disparado un tiro uno de estos, los ladrones huyeron precipitadamente, sin que fuera posible darles alcance". Y me acuerdo de un viejo grabado que me regaló un amigo hace años. Representaba el asalto a un tren por una partida carlista durante la tercera de sus guerras. Todavía cuelga de las paredes de mi casa, y en más de una ocasión me pierdo en sus de

Sweet dreams, baby!

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He querido dar una nota de color a este cuaderno, tan frecuentado como está últimamente por los blancos, negros, sepias y otros colores de la memoria difusa. Lo he hecho además para iluminar un poco los negros pensamientos que hoy me acompañan. Si el lector de estas líneas no está interesado en escuchar el insistente sonido de una pataleta, o los lamentos cargantes de quien desea soltar la bilis sin detenerse demasiado en depurar  los modos, hará bien en detenerse aquí, clickear alguno de los enlaces que se le ofrecen a la derecha y volver en otra ocasión. Yo se lo agradeceré, pues nunca tendré que extenderme en reparar lo que ahora corre el riesgo de romperse. Una vida normal. Oíamos hace unas semanas a Cristina Borbón quejarse de que no se le dejaba llevar una vida normal . ¿Qué es una vida normal? ¿Vivir en uno de los más exclusivos barrios de Washington a sueldo –generoso, por supuesto-de una corporación, a la que el favor le es devuelto con creces en alguno de los laberínticos pas

Un mendigo en Toledo

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Preparando mi próxima visita a Toledo, saqué de las entrañas de mi biblioteca una interesante guía de la que conservaba un buen recuerdo de mi anterior estancia allá por el año 94. Más que guía, es un grueso volumen editado por aquellos mismos años, en el que se cuenta -a mi parecer- con gran lujo de detalles historias y anécdotas de todo lo que existe en aquella ciudad, desde en el más recóndito de los rincones, hasta en la mismísima plaza de Zocodover. Según tomé  el libro, fueron asomando de su interior viejas entradas de los museos de la ciudad, algún recorte de prensa, una pintoresca etiqueta de manzanilla de Cadiz -volvíamos de aquél lugar cuando paramos en Toledo-, y una antigua postal de la que no tenía memoria alguna hasta que la vi. Es esta misma, la que acompaña al texto, y recuerdo haberla comprado en una librería de viejo uno de aquellos días. Quien me conoce un poco sabe, o sospecha, de mi afición por las postales antiguas. Colecciono hasta el momento una moderada cantida

Bravos y brillantes

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Teníamos la costumbre de subir a sentarnos en el adarve del muro que rodeaba la huerta de los padres de Martín. Allá, dominando ese pequeño mundo con nuestra mirada, solíamos compartir a menudo unos cantimpalos crudos con algo de pan del día anterior. Chino  los había sustraído hábilmente de la cocina de su casa, en el mismo momento en que salía de ella como si fuera una de esas veloces corrientes de aire que peinaban los trigales. Sus padres regentaban la carnicería del pueblo, y eso garantizaba un suministro ilimitado de todo tipo de chorizos, jamones y otras viandas, siempre y cuando no fuera descubierto. Exceptuando al sonido del trigo cuando por fuerza del aire se inclina agitado a un lado y otro, nada más se oía desde aquél lugar. Ni siquiera a nosotros masticar aquellos manjares con la boca tan llena que no cabía más en ella. Nos mirábamos, asentíamos con la cabeza señalando a los chorizos y seguíamos disfrutando de ellos mientras nuestra atención se perdía a lo lejos, más allá

Os saludo rompiendo la pluma

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Encontraba el otro día en el blog de 1977voltios cierta reflexión que he querido hacer mía, dados los tiempos en los que vivimos, y la que en este momento está cayendo con el linchamiento mediático a los servidores de descargas como promotores de la piratería informática. Piratas. Incluso el sonido de éste término había ido adquiriendo un tono novelesco, romántico que ahora, de un plumazo han querido borrar ramoncines y otras criaturas de la misma jaula dorada. Tengo todavía un templado recuerdo de sus apariciones televisivas, recordándonos el modo en que había que entender aquello de la piratería como algo muy malo para todos nosotros. No hace falta que nos adoctrinen: sabemos de que hablamos y, para desgracia suya, somos capaces de diferenciar entre a quienes no les pesa robar y asesinar para lucrarse, y lo que representan los personajes del cine y la literatura de aventuras… A lo que iba. Hablando de piratas, todos conocemos a Emilio Salgari. Algunos de esos aventureros que poblará

Relecturas, traducciones y flappers

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Llevo  estas últimas semanas dando vueltas a algunas viejas lecturas: “El gran Gatsby” y “Fiesta” , entre otras. Dicen que la primera tiene que ver mucho con el nacimiento de la segunda. No me resulta extraño, la verdad. Estos dos reencuentros, por ejemplo, vienen a cuento de una película y una lectura frustrada. La primera es la de Woody Allen, “Medianoche en París” , de la que me gusta todo menos el final, que me parece bastante facilón. La segunda –la lectura frustrada-, es por haber comprado un libro de Scott Fitzgerald que creo que es de reciente edición en este país: “Mi ciudad perdida” , donde se recogen una colección de ensayos más o menos autobiográficos según dice su presentación. Pues bien, la frustración es la misma que me decidió a dejar en manos del BookCrossing, sin ni medio leerla,  una edición de Porrua del “Noventa y Tres” de Victor Hugo. Lo siento, más aún con las ganas que tenía de hincarle el ojo, pero aquello me resultaba imposible de leer: o era una traducció

“Aquél día nevó como no lo había hecho desde hacía cosa de 30 ó 40 años...”

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Desayunaba esta mañana revisando la cada vez menos frecuente actividad en mi barrio blogero, cuando me encuentro con una interesante entrada en "Mesa revuelta"  titulada: "El año de la nieve" Es casualidad, pero una casualidad agradable, pues me ha ayudado aún más a volver a lo que para mi significará siempre un día como hoy, 9 de enero. ¿Qué es lo que significa?. Quienes me conocen algo, y han seguido mi rastro por los diferentes cuadernos que he ido llenando durante estos últimos casi 7 años, sabrán que hace tres, el  9 de enero de 2009, nevó como no lo había hecho desde hacía cosa de 30 ó 40 años . En medio de aquella hermosa y suave marea de aire mezclado con la caricia de la seda, vino a llenar aquél profundo vacío el pequeño Iago, nuestro hijo. Por lo tanto, querido Iago, hoy cumples tres años. Como todos los 9 de enero, desde entonces, tu madre y yo abrimos los ojos a la mañana, y mirando al cielo recordamos aquél día como el más precioso de los que guarda nu