Sweet dreams, baby!


He querido dar una nota de color a este cuaderno, tan frecuentado como está últimamente por los blancos, negros, sepias y otros colores de la memoria difusa. Lo he hecho además para iluminar un poco los negros pensamientos que hoy me acompañan.


Si el lector de estas líneas no está interesado en escuchar el insistente sonido de una pataleta, o los lamentos cargantes de quien desea soltar la bilis sin detenerse demasiado en depurar  los modos, hará bien en detenerse aquí, clickear alguno de los enlaces que se le ofrecen a la derecha y volver en otra ocasión.


Yo se lo agradeceré, pues nunca tendré que extenderme en reparar lo que ahora corre el riesgo de romperse.





Una vida normal.


Oíamos hace unas semanas a Cristina Borbón quejarse de que no se le dejaba llevar una vida normal. ¿Qué es una vida normal? ¿Vivir en uno de los más exclusivos barrios de Washington a sueldo –generoso, por supuesto-de una corporación, a la que el favor le es devuelto con creces en alguno de los laberínticos pasillos de las adjudicaciones públicas?


Eso parece que es vida normal, la que llevan ellos, o quienes son, a su entender y semejanza, “normales”.





Progresista, intelectual y valedor de los escritores noveles.


Cuando “Al fin del mundo” estaba a un par de meses de su salida, me dediqué a escribir a un grupo de librerías de diferente importancia con el objeto de proponerles la posibilidad de que vendieran mi libro en ellas. Como suele ser lógico, la respuesta vino muy condicionada por el tipo de empresa de que se trata: aquellas que son grandes cadenas, me respondieron muy educadamente que ese tipo de cosas las hacen a través de sus distribuidores, y que sólo en caso de que algún cliente se lo demandara, se pondrían en contacto con mi editorial. Mala suerte, pero por lo menos respondieron.


Pues bien, resulta que hay una cadena de librerías, muy importante aquí, de cuyo responsable de distribución conseguí el correo electrónico a través de un amigo. Según tiene fama, y así se vende públicamente en los papeles, es un decidido valedor de escritores noveles, apuesta por la búsqueda de nuevos valores, y por dar una oportunidad a todos aquellos que no la tienen… Así de bonito se lo cuenta a sus amigos y se puede leer en la prensa…


El otro día, acompañando a un amigo a una de las librería de esa cadena, mientras me paseaba por su interior entre biografías de Belén Esteban, recetas de cocina de Rosa Benito y memorias de la Sartorius, recordé que esté gran valedor de los que buscan una oportunidad, fue la única persona que no me consideró digno ni de dirigirme unas líneas a vuelta de correo electrónico para decirme: “No. No estamos interesados”.





Cultura, historia y tradición en un pueblo de Navarra.


Hace poco más de un año, se me ocurrió volver, como hago periódicamente, por un pueblo situado en un conocido valle del norte de Navarra de donde proceden gran parte de mis antepasados. Ahí está la casa que nos dio el apellido; el archivo que conserva numerosos testamentos, contratos matrimoniales, pleitos y otros muchos asuntos que vivieron mis ancestros; en la parroquia, se conservan desde los años de Trento varios tomos de libros parroquiales con testimonios similares… Todo muy bonito, lleno de nostalgias por pasados desconocidos y apegos muy especiales, que aquél día iban a comenzar a romperse un poco.


Resulta que se hicieron obras en la parroquia y a resultas de ellas, en el pueblo no tuvieron mejor idea que levantar todas las losas de las sepulturas que había en ella desde hará 400 años y sacarlas fuera… ¿Para qué?: buena pregunta.


Cuando ese día me paseaba por las calles del pueblo, acompañado de mi pequeño, Larouge y un buen amigo, descubrimos que esas antiguas lápidas habían sido empleadas para enlosar el camino que lleva a la iglesia. Por encima de esas tallas de arenisca en las que antiguas inscripciones daban cuenta de las casas y familias a las que pertenecían, pasaban cada tanto tiempo personas y vehículos; llovía, hará sol y a nadie parecía importarle.


Ante la que pertenecía a mis antepasados, colocada en medio de aquél camino, mi amigo, que se dedica a eso de las obras, me propuso que me pusiera en contacto con el ayuntamiento del Valle y les hiciera la siguiente oferta: nosotros, a cuenta nuestra, sustituíamos esa losa por otra de idénticas características y nosotros a cambio nos quedábamos con la que ahí estaba. Como segunda opción, les proponíamos trasladarla nosotros mismos al museo etnográfico del Valle.


No me voy a extender. La respuesta se hizo esperar. Tuvimos que insistir, aguantamos actitudes de desconfianza, cierta burla y mucha superioridad de quien se sabe poseedor de algo tan importante para quien tiene frente a él. Respuesta, que no, que se queda ahí, pues del mismo modo que lo pedimos nosotros pueden pedir las otras los descendientes de esas familias, y eso no puede ser.


No puede ser. Lo dice quien se erige en defensor del pasado y las costumbres de aquél lugar. Es como si la historia que interesa es la que hacen ellos mismos; la que les sirve para algo. Todo lo demás, escapa a su control y, por lo tanto, es, en el mejor de los casos, una tontería.


Comentarios

  1. Asuntos como estos de las losas o lo de Cristina hacen que me distancia de la realidad, que tal vez sea lo que pretenden, los manejan asuntos públicos, con según qué almas sensibles.

    Guardo también cierta envidia por la Belén Esteban y sus dotes de escritora, a qué negarlo, como me reconcome la habilidad en los pucheros de Rosa Benito. Bueno, esta no sé quién es pero me hago una idea, con no envenenar a nadie será suficiente. :-)

    Al fin del mundo, tu libro, es una maravilla. No es que uno parezca acompañaros en su lectura, es que, además, conecta mucho de los escritos que hiciste en este tiempo. Mientras escribo estas líneas, en la madrugada de una noche infame, le veo aquí al lado, como un fiel compañero, con unos auriculares sobre las espigas de la portada.

    Un abrazo, que todas las pataletas sean así, amigo.

    ResponderEliminar
  2. Amanece un día Lichtenstein y ¡Zas!, se van acumulando las agrias sensaciones, que nos dejan entrever que para muchos, demasiados, no somos nadie, y además se regocigan de ello; y eso muchas veces no importa, sobre todo cuando no nos va mucho en ello. Pero hay veces que no puedes sino plantearte en qué mundo vivimos, dónde están los criterios morales, culturales, políticos, y sobre todo, en manos de quien.

    Comprendo muy bien tu indignación amigo Charles, la comprendo y no puedo mas que darte mi comprensión y compartirla.

    Una sonrisa de Iago ya te habrá devuelto la sonrisa, pero las Belenestébanes seguirán en las mesas de novedades, los vecinos del pueblo pisoteando las losas de la familia (porque eso no hace patria), y por supuesto Dñª Cristina no sabe nada de lo que ha pasado.

    La Casa del Libro me dijo que nones a "Al fin del mundo", así que lo pediré directamente a la editorial.

    Salud.

    ResponderEliminar
  3. Quizá sea, amigo Goathemala, porque consideran que esos asuntos que denominamos públicos son realmente suyos. Si no lo son, un carajo les importa y terminan enlosando la calle de cualquier pueblo...

    Gracias por tus palabras sobre el libro.

    Salud

    ResponderEliminar
  4. Detesto dármelas de moralista pero, efectivamente, en ocasiones me cuesta creer que usen de criterios morales, culturales, etc... quienes debieran dar ejemplo con ello.

    Efectivamente, queda la sonrisa del pequeño y revoltoso Iago, que no es sino el futuro que mirará seguramente con ojos muy distintos todas estas cosas que cuento. O no.

    De cualquier manera, lo dicho no es otra cosa que una pataleta. Después, no nos queda más que continuar hacia adelante.

    Tomé nota de la sugerencia que fraguasteis en la anotación anterior entre Leodegundia y tu con vuestros respectivos comentarios. Voy a intentar hacer algo, ya os contaré....

    Lo de las grandes cadenas de librerías... ya lo comento en la anotación. La mejor manera de hacerse con el libro es en alguna librería de San Sebastián, a través de la editorial o comprándolo en Mundicamino, una de las webs más importantes de todo lo que tiene que ver con la Jacobeo. Estos últimos me están funcionando bastante bien.

    Recuerdos para tu compañero jardinero. Espero que esté bien.

    Gracias por la comprensión y mucha salud.

    ResponderEliminar
  5. El psiquiatra siempre me decía que la rabia es el sentimiento más primario y menos mediatizado que existe. También el más real y, fundamentalmente, el más sano.
    Le apoyo en su protesta y su rabia. Porque sí, porque la indignación nos ha hecho evolucionar desde las cavernas.
    El otro día una amiga me contó cosas de ciertas editoriales que es como para decir: "Apaga y vámonos".

    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  6. Efectivamente, real y sano por lo que tiene de desahogo. Es una pataleta. Lo peor de ello es que también me parece que nos amansa demasiado y sirve para más bien poco. Sólo para relajarnos de una tensión y no hacer más. ¿Para quién es útil?

    Un fortísimo abrazo, querida amiga

    ResponderEliminar
  7. Sí, quizá no dejes de tener razón.

    Un fuerte abrazo a todos.

    ResponderEliminar
  8. Respecto a lo de Cristina poco podemos hacer, que alguien que pertenece a una casa real diga que quiere llevar una vida normal es un chiste malo. Eso sí, si quiere de verdad no debe haber ningún problema. Le recomiendo un cambio de identidad y que empiece de cero.

    Respecto a lo de la lápida ¿Su familia no pagó por el enterramiento? ¿Están por ahí los papeles? No vaya a ser que se pagasen nosecuantos maravedises por un enterramiento a perpetuidad y que estas gentes hayan incumplido un contrato.

    ResponderEliminar
  9. Con respecto a lo de la lápida, estamos hablando de los siglos XVI - XVII, en unos pueblos en los que el derecho de vecindad se reflejaba en signos externos como el de tener una sepultura en la iglesia de la parroquia a la que se pertenecía. En los archivos del obispado existen muchos documentos al respecto de dichas titularidades, pero con el paso de los siglos estas han cambiado, las obras además han sido cosa del ayuntamiento y mis propios ancestros abandonaron aquél lugar en una fecha tan remota como 1694, por lo que por la vía del derecho creo que poco tengo que hacer.

    Una pena, y a lo que voy es a que las lápidas de todas las familias que habitaban aquél pueblo en el pasado peligran de desaparecen por el desgaste de las condiciones meteorológicas, el paso de vehículos y personas, etc... y a nadie importa, y menos que a nadie, a quienes pudiendo hacer algo no lo hacen. Eso si, luego se las dan de defensores de la historia, el pasado, etc...

    Salud

    ResponderEliminar
  10. Pues es una pena, porque eso también es memoria histórica. Y deberían pensar en lo que se siente al ver los apellidos de uno pisados.

    ResponderEliminar
  11. Una pena. Pero, al fin y al cabo, como no tiene utilidad alguna para quienes poseen el poder de decisión sobre ello, no sirve para nada y, por lo tanto, es innecesario.

    Desengaña ver cómo la cultura, la memoria histórica y la defensa de identidades y patrimonios, no son sino cebaderos que importan según lo que nos puedan dar de comer.

    Salud

    ResponderEliminar
  12. juas!
    Me lo voy a tomar a risa,
    porque las tres cosas tienen "tela" que cortar,
    no es normal que no le publiquen todavía un libro a la princesita, ni que le sacaran a los antepasados del escorial y se los esparcieran por "tolcamino", que esta si que lo merece, como otro borgia que bien describes en tu libro,
    y por ser anormal esta, y la vida que lleva, deberíamos anormalizarnos como norma.,
    para que todo fuera normal y la estupidez dejara de reinar a lo largo y ancho del más acá de los pirineos.

    Un saludo.

    ResponderEliminar
  13. Se confunde usté, que a la princesa del pueblo le han publicado alguna cosa. ¿No es esa la misma que la del Gagarín? … No se que es peor, si a los muertos los saque a la calle el odio o la ignorancia ¿acaso no van montados a la espalda del mismo mono? Yo creo que sí. Pero bueno, esperaremos pacientes que

    “Lo que no ha pasado a mediodía puede pasar por la noche”.

    Que sus lecturas le conserven la Salud

    ResponderEliminar
  14. No me extraña nada que te acompañen negros pensamientos pues todos los temas que tocas hoy son para que esos pensamientos luzcan ese color.
    Lo de las dificultades que hay para publicar eso ya es sabido y lo que mas reconcome a uno es que sin embargo se den tantas facilidades para que gente que ni siquiera sabe hacer la o con un canuto lanza sus "obras de arte literarias" al mundo con toda facilidad mientras que libros interesantes con contenido valioso se quedan a las puertas del camino para llegar a los lectores.
    En cuanto a lo de la lápida es una pena comprobar el poco respeto y la falta de interés por lo que forma parte de la historia de un lugar.
    Espero que poco a poco las cosas mejoren y tus pensamientos puedan cambiar del color negro a uno mas alegre.
    Buen día

    ResponderEliminar
  15. Al final, querida amiga, es siempre lo mista carencia absoluta de respeto, interés e incluso empatía con lo que sienten los demás. Todo ello duerme en el espíritu humano hasta el momento en que se vislumbra la posibilidad de ganar algo a cambio. A eso es a lo que llamamos cultura y solidaridad...

    Un fuerte abrazo.

    Salud

    ResponderEliminar
  16. Llego tarde aquí, pero me ha interesado el tema de las losas mortuorias pavimentando el camino, que me recuerdan las lápidas de mármol convertidas en mesas de café en La colmena de Cela. Sin embargo, no siempre hay esa falta de respeto a los sentimientos de los demás, pues yo presencié un hecho hace años que es muy distinto.

    El primer ayuntamiento democrático de mi ciudad cambió el nombre de una calle céntrica que se había dedicado a un represor de los primeros meses del alzamiento que tenía muchas muertes a sus espaldas. La calle volvió a su nombre primitivo y quitaron la placa de cerámica con el nombre del fulano. Pero ocurrió que una hija suya -que podría saber como había sido su padre pero al fin y al cabo era su hija- visitó al alcalde socialista y le pidió la placa de esa calle "para que el nombre de su padre no estuviera tirado en un vertedero" Y el alcalde la mandó buscar y se la dio.

    Sensibilidades distintas.

    ResponderEliminar
  17. Efectivamente, son sensibilidades bien distintas que, a mi entender, demuestran que la mirada de cada uno es diferente a la de los demás.

    Será esa capacidad de emplear los ojos -o el corazón-, de otros para "sentir" las cosas lo que nos hace tener una mayor sensibilidad, empatía, cultura, sentido común, o todo a la vez.

    Muchas gracias por pasarte por este cuaderno

    Salud!

    ResponderEliminar
  18. Gracias a ti por haber pasado por mi sitio.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Yva Richard

Un día como el de hoy

El regalo de las musas