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Mostrando entradas de marzo, 2010

Vida del Padre Domingo Muñoz (y IV)

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Allá por el verano del año 1826, el Almirante venezolano José Prudencio Padilla mandó enviar a treinta hombres de la policía costera a la isla de Aruba, muy cerca de Maracaibo, para que cumplieran una importante misión. Había sabido, por las declaraciones de un pirata recién apresado a quien se conocía como “Congo”, que en un lugar remoto de ella, al que se llama Cerrito Colorado, se encontraba la principal guarida del terrible pirata Muñoz. Siguiendo las indicaciones del prisionero, el retén de la policía costera entró a una cueva donde encontraron numerosos restos de velas de barcos, una larga cadena con argollas, un altar con flores y diversos artículos religiosos. Pero del pirata, su amante o el fabuloso tesoro que todo el mundo decía que ocultaba en aquél lugar, nada. ¿Dónde habían ido a parar Domingo Muñoz y Wanda? Congo conoció a Wanda cerca de diez años atrás en los Estados Unidos, cuando su amo, el mercader español Pedro Cires, la entró en su casa por primera vez, para e

Vida del Padre Domingo Muñoz III

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Revolviendo por entre los datos que tenía recopilados acerca del pirata Domingo Muñoz, pensé que sería interesante reconstruir cómo era un encuentro con él. Para ayudarme, contaba en primer lugar con una descripción de su barco “Enmanuel”, y de las sensaciones que podía despertar en alguien que tuvo la mala fortuna de dar con él un brumoso día de 1823, en las aguas de la costa norte de Cuba: “Era muy semejante a las resistentes embarcaciones que utilizan normalmente los pescadores de las costas de Bretaña. No obstante, observándola con mayor detenimiento, su aspecto ofrecía algo desusado y siniestro: las espesas capas de brea que cubrían sus costados le conferían un matiz sombrío, como el del ataúd de un pobre; componían su aparejo dos mástiles hechos de una sola pieza; dos largas vergas sostenían su velamen, de proporciones desiguales; la proa estaba cubierta en una cuarta parte de su longitud; en las regalas se veían gruesas puntas de hierro equidistantes entre sí; los rechonch