Entradas

Mostrando entradas de febrero, 2011

Cicerón

Imagen
Hace algunos meses pasé por Onara, el pueblo de mis abuelos, en una de esas visitas que pretendo hacer de incógnito, pero que pronto terminan por ser de encuentro con tías, primos y conocidos lejanos, que veo de lustro en lustro, pero que son capaces de reconocerme rápidamente. Como siempre ocurre, y una vez que veo ya imposible el paso incognito por el lugar, entro en la taberna de Aurora, prima-tía lejana que siempre me recibe con una sonrisa en la boca y algo de comer preparándose en la cocina. No hay nadie ese día, tan sólo un cliente forastero que sale con su teléfono en la mano y un rollo de papeles en la otra. - Pasa para adentro -me dice Aurora- que tú eres de la familia y no vamos a andarnos con ceremonias ¿no? - ¡Claro que no, tía! Hay en esa cocina algo que resulta siempre muy especial para mí. Es un encuentro para la memoria, provocado por el olfato. Nada más y nada menos que por un olor característico, único, que me transporta a un lugar indet