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Mostrando entradas de marzo, 2019

i Ay, pobre Yorick!

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Este es un tipo que me cae simpático con solo mirarlo, y es por eso quizá que me atrevo a traerlo aquí. Su nombre es posible que no nos diga mucho, seguramente nada, pero es necesario decirlo: se trata de Pietro Coccoluto Ferrigni, conocido como Yorick. Me gusta el modo en que se nos presenta: de perfil, paseando con su sombrero, un abrigo abotonado, la mano izquierda en el bolsillo, y la derecha ocupada sosteniendo un cigarrillo. Yorick no parece muy alto, es algo grueso, tiene un poblado bigote, y lo vemos marchar pausadamente, mirando hacia adelante como sumergido en sus pensamientos. Parece alguien que va a lo suyo, o que está paseando sin rumbo por el mero placer de hacerlo. Las pared sobre la que se destaca Yorick es también muy interesante: a la izquierda, hay algo que parecen ser dibujos infantiles, y a la derecha un texto en cursiva que dicen es la dedicatoria del autor a Yorick. Esto último es lo que dicen, que yo no lo he podido comprobar. Pietro Coccoluto Ferrigni,

Ezenggileer

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(Wang Zuocai, Caballos galopando en otoño) Leí hará cosa de un año acerca de la lengua Tuva y los rasgos que en ella pueden darse de quienes la hablan allá por las tierras del corazón de Asia. A uno le entraron por el ojo las historias de todas aquellas etnias, familias, tribus o clanes de origen mongol al leer sobre los oirates o calmucos en “La rebelión de los tártaros” de Thomas de Quincey. De ello hace ya muchísimos años, y desde entonces me da por imaginar un viaje a aquellas tierras del corazón profundo de Asia  al modo de los nómadas, con su característico caballo enano, la yurta y el fiel halcón. Pero como uno no está para esos trotes, y la vida le ha hecho acostumbrarse hasta la dependencia a los vicios y virtudes de las comodidades occidentales, deja de lado todo esto como meras ensoñaciones y, a modo de consuelo, recurre de vez en cuando a lecturas sobre todo lo que late en el corazón de Asia. Ezenggileer se refiere en lengua Tuva a un tipo de canto, música o compo

Flaneurs

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A este individuo que aparece paseándose por la plaza del Louvre de París un día cualquiera de 1892, lo vi por primera vez hace ya un tiempo en la portada de un libro: la “Fisiología del flâneur“ de Louis Huart. Me gustaba lo que se decía en él, seguramente porque soy muy dado a andar, caminar, subir montes y callejear sin rumbo, y eso es algo que se trata con gran consideración en la obra de Huart. Según afirmaba, cuando escribió su libro allá por la primera mitad del siglo X IX, el flâneur es una especie distinguida, a proteger, que en nada debía confundirse con otros personajes como el pasmarote, el mirón o el granuja, que compartían las calles con él. Si volvemos al tipo de la foto es para contarles que se trata de Gustave Caillebotte, pintor y mecenas francés del que no les voy a descubrir nada que no sepan. Para mi que, dejando de lado el vestuario propio de la época, la escena, los gestos y todo, podrían pasar por haberse hecho hoy mismo. Es algo que siempre me ha llama

Unos golpes ligeros en los cristales

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Un fetiche absoluto encontrado por la red..., que si llega a ser en una librería de viejo, entre las páginas de un libro de barato, me volvería más loco que una caja de ranas, como dicen por Irlanda.   Escuchen: "Unos golpes ligeros en los cristales le hicieron volverse hacia la ventana. Había empezado a nevar otra vez. Soñoliento, contempló los copos, plateados y oscuros, cayendo oblicuamente co ntra los faroles. Había llegado la hora de ponerse en camino hacia el oeste. Sí, los periódicos tenían razón: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve por todas partes en la oscura llanura central, sobre las colinas sin árboles, caía suavemente sobre el pantano cenagoso de Allen y más hacia el oeste, caía para unirse a las olas de las sombrías y rebeldes aguas del río Shannon. Caía también sobre el desolado cementerio de la colina donde estaba enterrado Michael Furey. Se posaba, espesa, sobre las cruces y lápidas torcidas, sobre los barrotes de la cancela, sobre los yermos espino