Día 37. Hacia el corazón del laberinto.


Hoy entro en el día 37 de encierro. No sé si voy perdiendo la cuenta, pero creo que han sido tres las veces, desde aquél 15 de marzo, las que he salido a la calle. Todas para ir al supermercado, la farmacia y una, además, para pasar por correos. Esta última lo fue para recoger un libro que había pedido antes de todo esto, y que una vez en mis manos dejé apilado con otros en un rincón, a la espera de que le llegara su hora. Y esta sonó hace un par de días. El libro es “Le Labyrinthe de l'Arioste: Essai sur l'allégorique, le légendaire et le stupéfiant” del francés Marcel Schneider. Al entrar en sus primeras líneas me encontré con un par de párrafos que, traducidos como buenamente he podido, vienen a decir lo siguiente:


«Cuenta Heródoto que remontando el Nilo hasta Luxor, vio el más prodigioso de los laberintos: tres mil corredores subterráneos rodeando dos grandes templos y varios santuarios. En el corazón de este entrelazado oscuro de caminos tortuosos, a veces sin salida, se encontraba una habitación secreta con las tumbas de los faraones y las momias de los cocodrilos sagrados... Pero Heródoto no vio el laberinto más famoso de la Antigüedad, el que Dédalo inventó para albergar y esconder al Minotauro traído al mundo por la Reina Pasifae, la esposa de Minos. En el palacio de Cnosos había ideado una morada secreta donde el monstruo con cabeza de toro esperaba a sus víctimas para alimentarse de su carne.


»Desde la maravilla creada por Dédalo y la destreza de Teseo, la idea del laberinto no ha dejado de atormentar nuestra imaginación. Siempre es lo mismo: después de una serie de pruebas, vagabundeos y pasos perdidos en la oscuridad, debemos descubrir el corazón del misterio, el punto fatal donde encontramos el horror o la iluminación, la salvación o la muerte. Es el lugar de la revelación. ¿Revelación de qué? De nosotros mismos, de nuestro destino. Aquí es donde vive nuestra alma. La cámara central del laberinto, el objetivo de nuestras aspiraciones, es tanto nuestra cuna como nuestra tumba.»


Volveré a pensar en ello mientras hago mi ejercicio diario entre tiesto y tiesto de la terraza. Algún día daremos con la cámara central.


Que tengan una buena jornada.


(El mosaico de la imagen se encuentra en la Casa de las Fuentes, Coimbra. Es del siglo III d.C.)

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