El tablado de Barba Azul


Cuenta Jean Paul Lacroix en “La Presse Indiscrète” (1967), que cuando el 21 de febrero de 1951 corrió por París la noticia de que aquella misma mañana acababa de fallecer en su apartamento de la rue Vaneau el escritor André Gide, el director de un periódico de la tarde pensó en enviar inmediatamente a un reportero que pudiera cubrir la noticia, y así ser ellos quienes la dieran con mayor detalle esa misma tarde. Como quien llevaba esos temas no estaba en ese momento en la redacción, echó mano del primero al que vio, casualmente un joven periodista que se encargaba de los sucesos.

Una hora más tarde llamaba el reportero desde la rue Vaneau para dar el texto de la noticia a la redacción:

- Sin interés: muerte natural.

Por algún motivo, he recordado esta anécdota sobre la muerte, y lo que es natural y no natural, al encontrarme con este curioso grabado de George y Edward Dalziel, hábiles maestros grabadores en madera, los más célebres de la Inglaterra Victoriana. La imagen representa un divertimento que se puso en moda en los salones elegantes de Europa y Norteamérica allá por el final de la década de 1860. Se trata de lo que se llamaba el “Blue Bear Tableau”, algo así como “El tablado de Barba Azul” en el que las damas participantes introducían la cabeza por unas oberturas realizadas en una pantalla de tela, ataban el extremo de sus cabellos a una cuerda y posaban como si estuvieran suspendidas en el aire, separadas de su cuerpo. Para acentuar el efecto, se reforzaba la escena con un juego de luces y el acompañamiento al piano representando el Barba Azul de Offenbach. Curiosamente, el Harper’s Bazaar del 5 de septiembre de 1868 en el que encuentro las instrucciones para “jugar” adecuadamente a esto, atribuye las imágenes a Winslow Homer, incluso hay una WH al borde de ellas, que no se encuentra en las de los hermanos Dalziel. Seguramente es porque estuvieron en la misma fiesta y sentados en la misma silla... Hay cosas que nunca cambian, y esto sí que es natural.


Comentarios

  1. Exacto, pero imagina el efecto dramático: las luces, el piano. Probablemente algún narrador, me parece curioso que no pusieran algún tinte rojo en la sábana.

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    1. Es posible que sea en parte por la mentalidad recatada y puritana de entonces, y porque más que el aspecto "criminal" del asunto, querían ilustrar el fantasmal, mucho más limpio en ese aspecto.

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