Día 48. El sombrero de Cornelius Conway Felton.


Ayer nos explicaron por televisión las nuevas condiciones que hay para salir a la calle según la edad y el motivo de cada uno. Por si no lo tenía claro, unos amigos me mandaron por whatsapp una imagen en la que se detalla aquello a base de un código de barras y colores... El caso es que pensando en todo esto, me he acordado del curioso daguerrotipo de John Adams Whipple que acompaña a este texto, y que me parece de una maestría absoluta. Intentaré contextualizarlo un poco para ver si soy capaz de transmitir lo que veo en él.


La imagen es nada más y nada menos que de alrededor de 1850, y en ella se escenifican varias cosas que eran absolutamente inherentes a Cornelius Conway Felton (1807–1862), el retratado. Basta con observar su aspecto. No parece verse en él al director del Smithsonian Institution, ni a uno de los más reputados profesores de literatura griega de su país, o al presidente de la Universidad de Harvard, por lo menos según los cánones de apariencia que se usaban entonces. De hecho, se cuenta que Felton evitaba a la mayor parte de sus colegas y las reuniones que organizaban en los clubs académicos, y los cambiaba por largos paseos en las afueras de Cambridge. Y es con su complicidad que este ingenioso daguerrotipo logró ridiculizar la formalidad rígida de los retratos académicos, empleando el gesto narrativo de un hombre que echa mano de su sombrero que vemos reposar en una silla sobre un abrigo o gabardina. Sólo advertimos una mano, la cual, en principio, debemos jugar a que no sabemos de quién es. Según los códigos de la época, pocas cosas había mejores para averiguarlo que un sombrero, y este no es de copa y tiene un delicado aplastamiento en la corona: es de los que se usan para viajar en vagones de ferrocarril abarrotados, o para caminar durante mucho tiempo bajo la lluvia o el viento. Pero el juego del misterio se desvela en la siguiente imagen: sí, es Felton, con el sombrero y la gabardina que ha tomado de la silla, y con los que posa orgulloso ante la cámara, en lugar de con una túnica académica o un elegante traje preparado para la ocasión. Parece querer decirnos, ¡venga, me voy!


Y así lo hace también este que les escribe. Me tomaré unos días de descanso, con desvirtualización incluida a partir de esta tarde, para organizar una serie de cosas ahora que parece que todo está empezando a cambiar. Espero volver en tres o cuatro días.


Hasta entonces, mucha suerte y que pasen un buen fin de semana.

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