Omocha-e

Los “Omocha-e” eran unas láminas de papel barato, muy populares en Japón durante los periodos Edo y Meijí, en las que se imprimían diferentes siluetas para que los niños las recortaran, pegaran, jugaran con ellas, y las tiraran a la basura una vez que se aburrían. Es quizá por esto, por el público al que estaba destinado, por su temática y por lo efímero de su existencia, que era considerado como un género menor frente al resto de ukiyo-e (estampas grabadas en madera). Basta recordar obras como las de Utamaru, representando a bellas damas y famosos actores kabuki, o los paisajes de Hiroshige, entre otras muchas, que gozaron de gran reputación y llegaron a trascender más allá de sus fronteras.

Pero esas mismas cualidades de los “Omocha-e” han hecho que ahora sean tan raros y se hayan convertido en un valioso objeto de coleccionismo. También ha ocurrido que hay quien ha empezado a dedicar su tiempo al estudio de los ejemplares que quedan, a clasificarlos por géneros y autores. Gracias a ello, han salido a la luz ilustraciones tan curiosas como la que acompaña a este texto. Es obra de Utagawa Yoshifuji (1828-1887), conocido autor de gran número de creaciones dentro de las diferentes variedades del Ukiyo-e, pero especialmente en lo que tenía que ver con ilustraciones de libros, con estos Omocha-e y con otro género también muy interesante al que denominaban Yokohama-e, en el que los artistas japoneses de aquél siglo XIX retrataban a su manera a los extranjeros que aparecían por el país.

Este ingenioso Omocha-e de Tsunashima Kamekichi y fechado en 1884, pretende que los críos recreen en la imagen de la linterna mágica de la parte inferior distintas escenas que se muestran en los recortables circulares.


La imagen que vemos aquí es de alrededor de 1852 y representa a Ichikawa Danjūrō VIII (1823-1854), actor kabuki especializado en los roles de joven amante, cosa que le hizo extremadamente famoso en su tiempo y que se acentuó al morir joven, en plena popularidad. Lo del ordinal que acompaña a su nombre se debe a que es el octavo dentro de una dinastía familiar dedicada a la representación teatral: es tan extensa en el tiempo que comenzó en la segunda mitad del siglo XVII y permanece todavía hoy con el decimotercero de la dinastía. Los diferentes peinados que acompañan a la ilustración, van más allá de una variación estética: se refieren a los diferentes personajes que encarnó el famoso actor a lo largo de su carrera, por lo que permitía al niño o la niña que jugara con ellos recrear historias muy variadas con un solo recortable.

Al ver estos “Omocha-e”, es inevitable sospechar de la existencia de una relación con aquellos otros recortables que algunos de nosotros llegamos a conocer de críos. Había soldados, modelos, bomberos, muñecas y tipos característicos de todos los lugares del mundo… Sí, jugábamos con ellos y también, como ocurrió con los de los críos del Japón Edo o Meijí, terminaron en la papelera.

Obra anónima realizada para celebrar la "fiesta de las muñecas" de 1859


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