La muerte del centauro

Creo que fue en medio de la primera oleada de esta pandemia cuando conté algo de Robinet Testard y sus magníficas creaciones. Y no era la primera, pues este ilustrador renacentista da para mucho. Esta tarde, mientras ordenaba unas cosas, me he encontrado con esta otra joya que se conoce genéricamente como “La muerte del centauro” pero en la que nuestra atención va más allá de lo que el título parece pretender, especialmente cuando se descubre el origen de la iluminación.
Habrá que empezar por decir que es una de las primeras obras, si no la primera, de Testard, y la podemos encontrar en el folio 41v. del “Horae ad usum Parisiensem”, llamado también Libro de Horas de Charles d'Angoulême. Según parece, el proceso de creación de los elementos gráficos de la obra tuvieron su origen en Anthoine Vérard, el impresor del de Angulema. Se sabe que a partir de 1484, Vérard empezó a trabajar sobre grabados prefabricados, algo que por otro lado era muy común entonces, limitándose a iluminarlos. Esto le permitía acelerar su producción y mejorar la calidad de la misma si se buscaba los autores adecuados. Así fue como en su acopio de xilografías, y posiblemente también grabados en metal, se hizo con una buena colección de obras de algunos de los mejores autores alemanes, entre ellos Israhel Van Meckenem y el misterioso IAM de Zwolle. Su patrocinador, el Conde de Angulema, debió de ver todas aquellas obras mientras iba rumiando el encargar a Vérard la impresión de un Libro de Horas y a su nuevo pintor e iluminador el ilustrarlo.
Así que es fácil imaginar que Testard, en ésta que fue su primera gran obra, buscara sobre todo agradar al conde de Angulema, y con esa intención reutilizó los grabados que éste le mostró y preparó sus iluminaciones con todo el parecido posible a los originales. En el caso que nos ocupa, y si todo ocurrió tal y como se cuenta, Testard habría partido de un grabado de IAM de Zwolle sobre la muerte del centauro, pero inesperadamente lo transformó, con la inclusión de la llamada “joven salvaje”, en algo más hermoso y lleno de dramatismo.

"La muerte del centauro" de IAM de Zwolle.

La cuestión está, para quienes estudian estas cosas, en el porqué y para qué de este añadido. No voy a ser yo quien lo descubra. Pero es un hecho que la escena se encuentra en el Oficio de Difuntos del Libro de Horas, algo que generalmente se solía ilustrar con escenas de la Biblia, como la resurrección de Lázaro, el juicio final o la liberación de las almas de las bocas del infierno. También solían incluir escenas más reales, como la preparación del cuerpo del difunto, la procesión fúnebre en torno al féretro, la misa de réquiem, o incluso lecciones morales, como la danza de la muerte. Y es a esta última categoría a la que el libro atribuye esta miniatura. La muerte del Centauro y la salvaje: ¿podría representar una danza de la muerte? No lo sé, según leo era Isidoro de Sevilla, muy leído aún entonces, quién decía que "los faunos, los salvajes y los sátiros son idénticos entre sí, e incluso semejantes a los centauros". El espeso bosque que hay al fondo a la izquierda, en contraposición al civilizado y brillante castillo de la derecha, rebosa animales salvajes: y para que lo tengamos claro, se nos muestra un león en el borde del mismo. Quizá el centauro y la mujer en su espalda sean uno: la personificación de lo que se consideraba el vicio, la incivilización, lo contrapuesto a la ciudad; es decir: lo pagano. El Centauro y la salvaje tienen la misma naturaleza, y la escena de su muerte podría representar a ojos de los lectores de aquél entonces un encuentro del placer, la felicidad y el deseo con la muerte.

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