El regalo de las musas
Sigamos una vez más los hilos de existencias pasadas, merodeando por derroteros tan inesperados como sorprendentes. ¿Es posible que a principios del pasado siglo XX, el pintor Julio Romero retratara a la reina de los Vampiros de París?, ¿fue ella quién realizó en Hondarribia el primer film de ficción de Euskadi?, ¿realmente fue coronada como la décima musa por los surrealista?. Hay un largo camino por delante... Comienza el espectáculo I. Fantomas Paris, 1911. La atención popular, que por aquél entonces no tenía muchos más entretenimientos que el de la lectura propia o ajena, está centrada en las perversidades de un nuevo criminal. Éste muestra habilidades casi desconocidas hasta entonces para el gran público, como es la del disfraz, para suplantar la mayor parte de las veces a sus víctimas, o la de mostrar una sádica creatividad en sus crímenes, empleando plagas de ratas infectadas, venenos de efectos insospechados y toneladas de arena con las que llena las estancias de sus objet...
Lamento interrumpir tu monólogo, querido amigo, pero no he podido evitar venir apresuradamente a saludarte. Desconocía la existencia de este blog - quizá lo ponías en Ex Oriente Lux y no me fijé - así que me he llevado una gratísima sorpresa. Siempre he sido torpe este tipo de juegos de mesa, así que mucho me temo que no jugaré. Un abrazo muy fuerte y alegre por este reencuentro.
ResponderEliminarPara mi es un placer, querida Isabel, que interrumpas mi monólogo para dejar el testimonio de tu visita; la primera, por cierto, que como tu comentario llegan hasta este cuaderno. Me alegro mucho de ello.
ResponderEliminarSi desconocías la existencia de este cuaderno no es por despiste, pues en ningún lado he dado noticia todavia de ello: ya que no he sido capaz de dejar la blogsfera, he querido en cierta manera empezar de nuevo, con calma, de otra manera, sin que nadie se sienta obligado a pasar a visitarme y reaprendiendo a escribir... Quien sabe si para hacerlo de manera distinta.
Un abrazo
Gracias, yo no lo hubiera encontrado hasta muy tarde, tengo un medalla de oro en torpeza. ¿Obligaciones? Esa es la parte que me duele de la bitácoras: no poder corresponder las visitas que tengo. Esa podía ser la causa por la que abandonara estos espacios.
ResponderEliminarPor eso tras meditar y amagar -sin decirlo- con irme, voy haciendo lo contrario: reafirmarme en el espíritu con el que cree La tierra de los árboles, una sutil hoja que arrastran los aires. De momento queda viento.
Creo entenderte muy bien. Yo no siento ninguna obligación.
Saludos.
Goathemala, por esas mismas razones llegué a la conclusión de que quizá lo mejor era empezar de nuevo, procurando hacerlo con calma y de otra manera. Veremos que ocurre.
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