Las shubas de Ratisbona

Donat Hübschmann, pintor y grabador de la corte imperial de Maximiliano II de Habsburgo, recrea con increíble detalle la visita de una delegación que el zar Iván IV el Terrible envió a principios de 1576 ante el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El motivo por el que tantos altos personajes de la corte zarista tuvieron que realizar lo que en aquella época era un largo y penoso viaje, no era otro que un clásico en la historia de las relaciones entre ambas potencias: acordar el futuro del trono polaco, que acababa de quedar vacante, así como del Gran Ducado de Lituania.

Para llegar hasta el emperador, los embajadores rusos abandonaron Moscú el 5 de marzo de 1576, y el 27 de junio llegaron a Praga. Allí supieron que Maximiliano II se encontraba en Ratisbona, por lo que continuaron viaje una semana después, llegando a su destino el 7 de julio. Conforme al que debía ser el protocolo en aquellos tiempos, tuvieron que pasar varios días de continuas cenas ceremoniales y entregas de obsequios. El 16 de julio los embajadores fueron por fin presentados ante el emperador, y este les comunicó que celebraría con ellos las recepciones necesarias a lo largo del siguiente mes de agosto. Y así se hizo, hasta que de repente, después de una de aquellas audiencias, Maximiliano sufrió una grave enfermedad que se lo llevó un par de meses después, el 12 de octubre de 1576. Dada la situación se decidió liberar a la embajada rusa para que pudiera regresar a Moscú antes del invierno, aunque lo cierto es que llegaron el 3 de enero de 1577.

Lo más significativo del grabado que recuerda esta visita, es imaginar el gran revuelo que tuvieron que causar aquellos personajes extranjeros y “exóticos” que vestían de aquella extraña manera. De hecho, tal y como los representa detalladamente Hübschmann, que fue testigo de su estancia en Ratisbona, los enviados rusos lucían elegantes shubas, palabra que parece procede del árabe jubba, que significa "abrigo de manga larga". En Rusia, desde mucho tiempo antes, llevar una shuba era un signo de riqueza, porque las pieles con las que se hacían esos abrigos eran caras, y para hacer uno de ellos un peletero necesitaba entre 50 y 60 obtenidas de marta o zorro plateado. La gente corriente se conformaba con abrigos hechos de oveja o liebre, animales mucho más baratos y fáciles de conseguir. Según los usos tártaros, una prenda de este tipo se usaba con la piel hacia adentro para abrigarse, y con la piel hacia afuera para lucir, aunque los príncipes y boyardos rusos adoptaron la costumbre de usarlas siempre con la piel hacia el interior. Tenían forma de campana, mangas anchas y gustaban de cubrir su lado exterior, la "piel", con telas caras, como brocados, satén o terciopelo, bordados con oro y piedras preciosas. Los más ricos a veces usaban varias shubas a la vez, especialmente en ocasiones festivas, y no dejaban de complementarlo con sus altos sombreros llamados gorlatnaya, que era otro signo de su estatus social: el sombrero más alto indicaba una posición superior. En promedio, tenía una altura de entorno a los 92 centímetros, forma de cilindro con la parte superior más ancha y cubierta de terciopelo o brocado, y el cuerpo principal hecho de piel de zorro o marta.

El largo grabado de Donat Hübschmann, dividido en cuatro ilustraciones, intenta recrear la impresión que causaron estos hombres barbudos y vestidos de manera extraña en la corte imperial. Incluso la última de las imágenes, que es claramente diferente al resto, viene a dar respuesta también a una cuestión que inevitablemente estaba presente en la mentalidad de los habitantes de una Europa revuelta por cismas, reforma y contrarreformas… De ahí que tras el título “Una representación de los ritos de la iglesia utilizados por los moscovitas en su culto, como se ve en la actual dieta imperial de Regensburgo”, el texto que acompaña a la ilustración describe con detalle el modo en que celebran la misa y tienen ordenada la capilla aquellos extranjeros. En las tres primeras imágenes Donat nos muestra a los 28 miembros de la embajada con una breve descripción en el texto de quienes eran, su vestimenta y de los de sus valiosos regalos que fueron intercambiados. Presenta entre ellos al príncipe Zakhary Sugorsky, al secretario Andrei Artsybashev y a otros miembros de su séquito, que sostienen en sus manos regalos para el emperador: pieles y armas, sobre todo. En cierto modo, tiene algo de las clásicas representaciones de los Reyes Magos. Pero lo que es innegable es la gran atención que Donat dedica a los atuendos de los moscovitas, coloridos y variados, recreándolos con tal detalle y maestría que casi 400 años después este grabado fue utilizado por el artista Boris Kustodiev como inspiración para el vestuario de la ópera "Boris Godunov" en 1908.

Las dos figuras que van a la cabeza son el jefe de la embajada, el príncipe Sugorsky, y su traductor, el secretario Artsybashev; en la segunda pareja están Tretyak Dmitrievich Zubaty y Mamley Ivanovich Ilim. La sexta figura de la derecha representa a un alto cortesano llamado Afanasy Mikhailovich Monastyrev, que lleva sobre un cojinete la carta real, envuelta en tela de seda, encima de la cual, en el relicario, se encuentra el sello adherido a la carta. Tras ellos, miembros de la comitiva de los embajadores llevan obsequios para el emperador, especialmente pieles de marta que envolvían en una tela en la que se llamaba “sorok", palabra que significaba "bolsa" y "cuarenta". La explicación está en que se trata de una bolsa, o saco, que se empleaba para llevar en ellas hasta cuarenta cebellinas, algo que por cierto, dado el valor de las pieles, sirvió como unidad monetaria y que se entendía que equivalían a un abrigo de piel entero.

 

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