Conversación con el otro lado


A media mañana, cuando entrábamos a uno de los cafés que rodean la plaza Sauveur de Bidart, me he vuelto a encontrar con esta obra de Moriz Jung que acompaña al texto. Estaba colgada en una pared entre dos ventanas que daban en dirección al cementerio de la iglesia, encabezando la mesa a la que hemos ido a sentarnos. El local no tenía demasiada luz y fuera llovía a mares, por lo que mis intentos de fotografiarla han sido absolutamente vanos.


Recuerdo haberme encontrado por primera vez con ella hace muchos años, y que desde el principio me llamó la atención algo que iba más allá de lo que se ve, pero que creo que resulta obvio. En “Gespraech zwischen Stummen”, título que se traduce como “Conversación entre mudos”, vemos a dos personas separadas por la ventana de uno de esos clásicos cafés del paso al siglo XX que intentan comunicarse por signos, sin que nos quede muy claro si lo logran o no a pesar del esfuerzo que parecen dedicar a ello. Es difícil saber también si el título realmente se refiere a dos mudos o que ambas personas simplemente emplean los signos para comunicarse del interior al exterior, a través del cristal que les separa. 
 
El autor, Moriz Jung tuvo una vida breve, los casi 30 años que corren entre 1885 y 1915. Nació en lo que hoy es la República Checa, aunque pronto se mudó a Viena para estudiar arte con Alfred Roller, Carl Otto Czeschka y Bertold Löffler. Desde el principio demostró tener mucho talento como ilustrador con xilografías, litografías e imágenes de libros. De hecho, formó parte de la Wiener Werkstätte, los Talleres Vienesses, una especia de cooperativa que desde 1903 se dedicaba a la producción de todo tipo de diseños, desde cartelería hasta proyectos arquitectónicos. La imagen que acompaña a este texto es de 1907, aunque ya un año antes había publicado su primer libro de xilografías en color, “Freunden geschnitten und gedruckt von Moriz Jung” (1906). A partir de entonces desarrolló en aquella Viena de principios del siglo XX una intensa actividad creativa que sería posteriormente reproducida numerosas veces en postales, ilustraciones de libros y carteles, como los que realizó para el mismísimo Wiener Werkstätte y el Kabarett Fledermaus (Cabaret del Murciélago). 
 
Desgraciadamente para él, como para otros muchísimos tantos que vivieron aquellos años, al comenzar la Primera Guerra Mundial fue llamado a filas. Al poco resultó herido, lo que le permitió librarse de unas cuantas semanas batallando. Pero la suerte no le acompañó demasiado, pues fue enviado al frente de los Cárpatos, donde se estaba desarrollando un encarnizado enfrentamiento con el imperio ruso. Allí murió en pleno invierno, un 11 de marzo de 1915, en algún lugar cerca del pueblo de Łubne, al norte de Baligród. Ahí dejó de existir y de seguir creando lo que fue una crónica visual de un tiempo que iba a desaparecer con él. 
 
Desde luego que recordar el episodio final de la vida Moriz venía muy a propósito esta mañana, al encontrárnoslo en un rincón penumbroso y casi solitario de aquel café, al que sólo un par de ventanas separaban del interminable aguacero que caía ahí fuera, sobre la plaza, la parroquia de Notre-Dame de l'Assomption y el cementerio que la rodea. Nadie, a ese otro lado, intentó comunicarse con nosotros por medio de signos.
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