qui me depeint



Ese verde que inunda la mayor parte de la ilustración que acompaña a este texto me parece tan confuso como fascinante. Es obra de un tal William de Brailes, un iluminador de manuscritos activo en la zona de Oxford allá por la primera mitad del siglo XIII, y muestra la cruda visión que tuvo su autor de las consecuencias del diluvio. Para acentuar el efecto, en el reverso de la página hay un texto manuscrito en francés antiguo que dice algo así:


“Cuando el arca se detuvo, Noé mandó al cuervo para ver si hallaba tierra, pero habiéndola encontrado cubierta de cadáveres, se detuvo. Esto hizo que Noé lo maldijera y enviara en su lugar a la paloma, que trajo de vuelta una rama”


Leído esto creo que merece la pena volver a la ilustración y echarle un ojo. Vemos cómo de lo alto, de ese cielo teñido de rojo, caen con toda violencia cinco grandes columnas de agua, que son posiblemente las que han inundado la tierra. Se supone que han pasado, al modo bíblico, cuarenta días y cuarenta noches, y el pobre cuervo, si supiera leer los estratos, tendría una clara visión de lo que había ocurrido durante aquel tiempo: en la parte más baja están los animales, que fueron los primeros en morir ahogados; a continuación les llegó su hora a las aves, que cansadas de volar sin poder posarse en ningún lugar, terminaron por caer a ese abismo y morir también ahogadas… Pero lo peor, como no, estaba reservado para los hombres, que yacen en la parte superior del estrato, y fueron los que más tiempo sobrevivieron para que se prolongara su horror y sufrimiento… Entiendo que después de ver estas manifestaciones de infinito amor divino, al pobre cuervo le quedaran pocas ganas de volver a contar lo que había visto. Y todo ello envuelto en ese verde mohoso que me recuerda tanto al que recubre las rocas que encuentro en mis paseos por la costa. Es más, imagino al iluminador inspirándose también en ello para dar la impresión de lo duradero de aquel sufrimiento provocado por las aguas.


Brailes debió de ser un tipo muy peculiar. Se dice que fue el único iluminador laico de la Inglaterra de su tiempo que se decidió a firmar sus obras, algo que ahora nos puede parecer una bagatela o un ramalazo de narcisismo, pero que supuso un primer paso hacia una actitud que iba a imponerse en el arte del futuro. Lo poco que dicen las fuentes documentales sobre su vida insinúa que el Brailes de su apellido se refiere a su localidad de origen, a muy poca distancia de Oxford, donde vivió y trabajó en compañía de su esposa Celena como uno de los miembros más destacados del gremio de libreros. Aunque se cuenta que también ejerció como copista y escribano, es su estilo como iluminador lo que por su carácter tan personal le ha hecho llegar hasta nosotros y ser reconocido gracias a que él mismo se ocupó de que así fuera estampando su nombre cuando tenía ocasión. Tiene en su haber varios salterios, un magnífico libro de horas y una buena cantidad de biblias, entre las que se encuentra la que contiene esta ilustración que se conserva, solo fragmentariamente, en el Walters Art Museum de Baltimore.


La 'C' inicial muestra una figura orando, con la mano divina sobre ella. A la izquierda, la inscripción en rojo dice 'W de brail q. me depeint ': es decir,' W. de Brailes, fue quien me pintó '. Parece ser que iba tonsurado por haber recibido las órdenes menores, aunque permaneció siendo laico. Es de suponer que el pasar por ello sería condición para tener trabajo iluminando obras sagradas.

Comentarios

  1. Indudablemente el señor Brailes puso toda su creatividad para dotar de significado esa imagen verdosa que, tantos siglos después, observamos sin la ingenuidad, el temor y el recogimiento de aquellos que tuvieron el privilegio de recorrer con su vista esa Biblia embellecida con colores. Para un creyente medieval —un creyente ilustrado, además, ya que la lectoescritura era exclusividad eclesial — la visión de esos cadáveres tenía que ser más mortificante que el propio párrafo sobre el diluvio y tal vez —solo tal vez— alguno de aquellos descifradores de letras recurriría a la mortificación penitencial cuando, en el fondo de sus reflexiones, le asaltara la duda sobre la bonhomía real de ese dios que hacía ostentación de su poder sobre la Naturaleza y los elementos para arrojar la furia de estos contra la misma humanidad que había tenido a bien modelar para luego destruir sin miramientos.

    Me hago cruces (metafóricas, obviamente) sobre la cantidad de legajos y mamotretos en los que te empapas para traer tantas e interesantes historias.

    Salud y bendita costa.

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    1. No era el más hábil de los ilustradores, sin duda, pero Brailes lo suplía a mi entender con un torrente de originalidad que lo hacen muy particular. Me refiero, por ejemplo, al llamativo modo en que llega a nosotros la ilustración de las consecuencias del diluvio: ese verde, la narrativa de los hechos con los estratos de cadáveres como testimonio...

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  2. En la mayoría de las civilizaciones primitivas, existe un relato semejante al diluvio. Puede ser un diluvio o cualquier otra catástrofe, puede ser un dios o varios, pero el relato sigue los mismos pasos, aunque esos pueblos no hayan tenido el menor contacto con la Biblia. Es más, parece ser que los autores del Pentateuco bebieron de una tradición ya existente en los pueblos vecinos.

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    1. Así es, muchas de ellas tiene su propio relato o versión del diluvio. Es de suponer que en algunos de dichos casos se adquirió y adaptó de otras culturas, como ocurre con el del antiguo testamento que llegó junto con otros muchos "sucedidos" de lo que tomó prestado el pueblo judío durante su cautiverio en Babilonia. Un saludo!

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