La linterna mágica de Millikin & Lawley

Es muy difícil tener una idea clara de a qué se dedicaba, allá por la segunda mitad del siglo XIX, la casa Millikin & Lawley de Londres. Parece deducirse que en un inicio lo suyo era fabricar material óptico, habida cuenta de que en alguno de sus catálogos se ofrecen microscopios, telescopios, gafas, lentes y varios modelos de linterna mágica. Pero lo curioso es que, más adelante, les encontramos vendiendo reproducciones de esqueletos, material médico, cuchillos… Estaban al negocio, a diversificar todo lo que podían, y no parece que lo hacían mal.
De hecho, un derroche de imaginación les iba a llevar a formar parte, sin siquiera imaginarlo, del selecto grupo de ancestros de lo que después serían los videoclubs, televisiones temáticas y netflixes varios. Si ellos supieran…
Revisando un viejo catálogo de la casa titulado “Lectures for the Magic Lantern and Pleasant Readings for Leisure Hours by The Wizard” (1874), me encuentro con que en él se recopilan textos explicativos del modo de emplear los diferentes modelos de linternas mágicas. Hay, además, folletos y hojas publicitarias de lo que podían llamarse diferentes “programas de visionado” a emplear con dichos aparatos.

El autor del catálogo, que firma como “The Wizard” (El Mago), promete que "la monotonía de las tardes en el hogar va a terminar", a través de la diversión que llevará a sus casas la linterna mágica. Por si hubiera alguna duda, el Mago asegura que Millikin & Lawley es proveedora de la casa real británica, la cual está más que satisfecha por el producto. Con esta carta de presentación, era de esperar que más de un fiel súbdito de la corona quisiera disfrutar de alguno de los placeres que encantaban a su señor.
Entre propuestas que encontramos en el catálogo, la casa promete que se va a recrear ante nuestros ojos una terrible tormenta en el mar, con sus rayos y sacudidas sobre un pobre barco que aguanta en medio de la zozobra… Garantiza tal realismo que nos parecerá estar ahí y a punto de echarlo todo por la cubierta de babor. En otra de las proyecciones hay un hombre con barba, que da la impresión de hablarnos al mover la boca, mientras vemos escrito bajo él lo que parece decirnos: “Te estoy vigilando”… Casi nada para los espíritus más impresionables. Hay un niño que bosteza, y un afilador en plena faena: todo desde la comodidad de la casa, sin sobresaltos, ni el riesgo de sufrir en nuestras propias carnes un espadazo de acero valyrio. 
Cambiamos o muy poco o muy despacio.

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