Sigamos una vez más los hilos de existencias pasadas, merodeando por derroteros tan inesperados como sorprendentes. ¿Es posible que a principios del pasado siglo XX, el pintor Julio Romero retratara a la reina de los Vampiros de París?, ¿fue ella quién realizó en Hondarribia el primer film de ficción de Euskadi?, ¿realmente fue coronada como la décima musa por los surrealista?. Hay un largo camino por delante... Comienza el espectáculo I. Fantomas Paris, 1911. La atención popular, que por aquél entonces no tenía muchos más entretenimientos que el de la lectura propia o ajena, está centrada en las perversidades de un nuevo criminal. Éste muestra habilidades casi desconocidas hasta entonces para el gran público, como es la del disfraz, para suplantar la mayor parte de las veces a sus víctimas, o la de mostrar una sádica creatividad en sus crímenes, empleando plagas de ratas infectadas, venenos de efectos insospechados y toneladas de arena con las que llena las estancias de sus objetivos
Yva Richard marcó un antes y un después en el mundo del erotismo. Esta marca de lencería tenía su sede en el distrito de la Opéra de París, en un local de la calle Pillet Will, y se hizo famosa en los años veinte y treinta por lo atrevido de los productos de su catálogo que atrajo como clientela al París más elegante. Con el tiempo la marca fue especializándose de mano de sus creadores, pasando del erotismo más sofisticado a un fetichismo cada vez más marcado por el uso del cuero, el metal, los collares, botas y fustas. La marca Yva Richard había recorrido un largo camino desde que nació en 1914. Su nombre procede de la unión del de sus creadores, L. Richard y su esposa Natyva. Ambos habían conseguido colocar sus creaciones en el mercado a través de un atractivo catálogo " La Lingerie Moderne ", que era, ya de por sí, objeto codiciado por los más finos coleccionistas de arte erótico. Sus fotografías a menudo firmadas por "YR", tuvieron por más de una década
Creo que fue en medio de la primera oleada de esta pandemia cuando conté algo de Robinet Testard y sus magníficas creaciones. Y no era la primera, pues este ilustrador renacentista da para mucho. Esta tarde, mientras ordenaba unas cosas, me he encontrado con esta otra joya que se conoce genéricamente como “La muerte del centauro” pero en la que nuestra atención va más allá de lo que el título parece pretender, especialmente cuando se descubre el origen de la iluminación. Habrá que empezar por decir que es una de las primeras obras, si no la primera, de Testard, y la podemos encontrar en el folio 41v. del “Horae ad usum Parisiensem”, llamado también Libro de Horas de Charles d'Angoulême. Según parece, el proceso de creación de los elementos gráficos de la obra tuvieron su origen en Anthoine Vérard, el impresor del de Angulema. Se sabe que a partir de 1484, Vérard empezó a trabajar sobre grabados prefabricados, algo que por otro lado era muy común entonces, limitándose a iluminarlos.
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