Hijos de Saturno


"Había oído hablar de los túneles que hay debajo de la ciudad. Tenía amigos allí. Conocí a Manny cuando bebíamos en la calle. Sabía que vivía en los túneles. Siempre se portaba bien conmigo. Me protegía, nunca se propasó. Me sentía segura con él. Era un buscavidas nacido en Alaska. Iba por los casinos para ver si había dinero olvidado en las máquinas. Se encuentran cientos de dólares porque la gente que juega normalmente está borracha y no se fija. Me dijo que podía ir a vivir con él. Tuve miedo, allí abajo todo estaba muy oscuro y era un lugar extraño. Pero me prometió que nadie me haría daño. Su chamizo estaba cerca del Flamingo, junto a las vías férreas bajo el Rio. Le pedí que fuera delante. Llevábamos linternas en la frente. Cuando llegamos vi que era una habitación normal, con estanterías, un baño pequeño tapado con una cortina y una cama de matrimonio, todo bonito y limpio. La primera vez que dormí allí aluciné. Pensé: ¿Qué estoy haciendo?. Pero me sentí a salvo, tal como me había asegurado. Teníamos un sofá y una radio. Barríamos todos los días. Siempre había alguien conmigo. Otros iban a los barrios ricos a buscar cosas que hubieran tirado, las llevaban allí y las repartían. Todos tenían personalidades muy distintas. Uno de ellos había puesto fotos pornográficas en una pared. Otra pareja, Catherine y Steve, tenían una especie de casa con cocina, barbacoa y todo lo que hay en un hogar. De vez en cuando había peleas. Una chica solía ponerse ciega de speed y era cleptómana. Había que estar atento a las lluvias y ponerlo todo en alto cuando el agua inundaba los túneles. Hubo gente que perdió sus pertenencias e incluso la vida. Pasaba días enteros allí abajo. Cuando salía tenía que ponerme gafas de sol porque los ojos se habían acostumbrado a la oscuridad. Llegué a pensar que no necesitaba el mundo exterior y, si salía, estaba deseando volver para poder esconderme. Para mí tenía el mismo efecto que las drogas. Cuando estaba allí, sentía que no tenía que preocuparme por nada"
El testimonio de Melinda Medina en el demoledor libro escrito por Timothy O`Grady y traducido al castellano por Enrique Alda "Hijos de Las Vegas. Historias reales sobre lo que significa crecer en el patio de recreo del mundo" (2019), me ha traído a la memoria el detalle de una de las tantas reproduciones que realizó Giovanni Panini del interior del Panteón de Roma. En ella vemos asomar unas figuras que observan a través del óculo, aparentemente maravilladas, la espectacular construcción que les rodea. Ven también ahí abajo pasear por las penumbras del templo lo que sería el reflejo del amplio tapiz social de Roma en aquellos años de la década de 1730. En el detalle que he colocado no se puede apreciar, pero en la obra completa se ofrecen ante nosotros, paseando por el interior del Panteón, burgueses, clérigos, soldados, mendicantes y otras personas que parecen estar en oración... Todas ellas, incluidas las dos curiosas figuras, quedan absolutamente empequeñecidas por la grandeza espectacular del antiguo templo romano.
En cierto modo, es como si los descomunales hijos de Saturno fueran los que devoran incansables a su padre.

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