Marie
Aprovechando que hoy nos daban
fiesta por caer en domingo el día de San Sebastián, nos acercamos a uno de esos
lugares a los que me gusta ir a perderme rodeado de las múltiples evocaciones
que se encierran en él. La punta de Santa Bárbara, desde la que se domina la bahía
de San Juan de Luz, fue en tiempos atalaya de vigía para los pescadores del
lugar, que se turnaban durante la estación de paso de las ballenas para no
dejar de advertir, ni siquiera por las noches, cualquier movimiento en la línea
costera. Desde aquél promontorio, se avistaba también los días de tormenta a
los barcos que el mar arrastraba hacia los roquedales que hay a sus pies. Aún
se conserva en el templo de San Juan Bautista del lugar, la miniatura de un
barco de vapor hecho en madera que la tradición cuenta que entregó la
emperatriz Eugenia, como agradecimiento por el milagroso rescate que recibió de
manos de los marinos locales cuando regresaba de San Sebastián hacia Biarritz.
Del lado que da al mar abierto, en
lo alto de aquél roquedal, cierra el paso al precipicio un vallado de madera.
En él, justo frente a la ermita que corona el promontorio de Santa Bárbara,
siempre me encuentro, sin falta, con un ramo de flores frescas, rojas, llenas
en aquel ventoso lugar de una triste viveza. Acompañan a un cartel muy sencillo,
en el que una madre recuerda a su hijo fallecido ahí abajo, víctima de la
crudeza del lugar. Un poco más adelante hay una pequeña escultura que casi
cuelga del acantilado en recuerdo de otro joven que en medio de una noche de
juerga terminó despeñado justo ahí abajo, sin que nadie sepa todavía si fue un
accidente, suicidio o asesinato…
Esta mañana, mientras recorría el
vallado frente al mar, he visto amarrada a sus pies, enrollada a una de sus
barras, casi oculta por la hierba y el barro, una etiqueta de plástico con algo
escrito en ella. La he cogido con cuidado, apartado el barro y algunas hojas
que tenía pegadas y he leído:
“Marie mon amour repose en paix”
No tengo ni idea de quién y cuándo
colocó aquello. He pensado que hasta es posible que el hecho de estar ahí no se
deba a que fue el escenario de la pérdida de Marie. Quizá quién la dejó ahí considerara
que era el mejor lugar para enviar su último mensaje de amor, aquél que sellaba
su recuerdo para la eternidad. No lo sé. El caso es que después de limpiarla lo
mejor posible, la hemos colocado de vuelta en el mismo vallado pero un poco más
visible, frente a aquellos vientos y ese infinito fondo marino que con su
estruendo niega en aquél lugar su espacio al silencio.
Cuánto misterio pueden llegar a encerrar los elementos más nimios con los que se tropieza. Qyé historia -sencilla o compleja- habrá en ese mensaje a una desaparecida mujer sin edad ni rostro a quien alguien ama, anhela y recuerda... Y qué razonadamente tierno tu gesto.
ResponderEliminarEl sólo hecho de encontrarse con eso, con esa nota al ser amado, conmueve profundamente.
Eliminar...y, además de conmover, solemos actuar como nos gustaría que lo hicieran con nosotros.
Eliminar