Vida del Padre Domingo Muñoz III


Revolviendo por entre los datos que tenía recopilados acerca del pirata Domingo Muñoz, pensé que sería interesante reconstruir cómo era un encuentro con él. Para ayudarme, contaba en primer lugar con una descripción de su barco “Enmanuel”, y de las sensaciones que podía despertar en alguien que tuvo la mala fortuna de dar con él un brumoso día de 1823, en las aguas de la costa norte de Cuba:
“Era muy semejante a las resistentes embarcaciones que utilizan normalmente los pescadores de las costas de Bretaña. No obstante, observándola con mayor detenimiento, su aspecto ofrecía algo desusado y siniestro: las espesas capas de brea que cubrían sus costados le conferían un matiz sombrío, como el del ataúd de un pobre; componían su aparejo dos mástiles hechos de una sola pieza; dos largas vergas sostenían su velamen, de proporciones desiguales; la proa estaba cubierta en una cuarta parte de su longitud; en las regalas se veían gruesas puntas de hierro equidistantes entre sí; los rechonchos costados de la embarcación contenían –cuando menos en apariencia- multitud de objetos cubiertos con una lona; el contorno de la popa estaba guarnecido con una especie de banco en forma de cofre; a babor se habían amontonado remos y bicheros todavía mojados. Un hombre tocado con un amplio sombrero de paja, debajo del cual se adivinaba su rostro, sujetaba la caña del timón y afectaba la actitud de una persona indiferente: fumaba un cigarro y parecía entretenido en la contemplación del velamen o de la veleta del palo mayor. Cuando levantó la cabeza creí notar que nos dirigía furtivamente una ojeada escrutadora. Su fisonomía era la de un hombre distinguido y de buena familia; sus delicadas facciones eran algo alargadas y muy características; vestía una sencilla chupa de algodón a rayas; una faja roja descuidadamente enrollada entorno a su cintura destacaba su talle esbelto y flexible. Su mirada, penetrante y fija, era como la del tigre fascinando a su presa; sus pies y manos estaban tan cuidados como el resto de su persona. Era un hombre que no parecía estar destinado al rudo oficio de marino.”
Sin embargo, esto no era más que el comienzo. En cierta manera, podría recordarnos a ese otro encuentro que aquél inglés de nombre Houston tuvo en las proximidades de la Isla Margarita. Lo terrible, lo que realmente nos iba a dar cuenta de la manera en que se las gastaba el pater pirata, es un relato que se recoge en el "Journal des voyages, découvertes et navigations modernes, ou Archives Geographiques" de 1822, de mano de una declaración hecha bajo juramento ante las autoridades de Jamaica por el marinero británico Hugo Hamilton:

“se embarcó en calidad de contramaestre a bordo de la balandra "The Blessing", mandada por el capitán Guillermo Smith. Que efectuó tres viajes del puerto de Orabessa a la isla de Santiago de Cuba. Que durante el regreso de su cuarto viaje, a bordo de la mencionada balandra, a principios de julio de 1822, cayó junto con su tripulación en manos de una ancha goleta que enarbolaba pabellón negro y que ostentaba el nombre de “Enmanuel” en su popa, mandada por un blanco y cuya tripulación estaba compuesta por hombres de color y blancos, entre los cuales figuraban ingleses y americanos. Que tras haber apresado la mencionada balandra, la goleta se apoderó del capitán de aquella y de su hijo, así como de toda la tripulación, y exigió luego al capitán un rescate a cambio de la vida. EL capitán de la balandra arguyó que no tenía dinero y ofreció su cargamento, que consistía en un centenar de barriles llenos de flor de harina de trigo y cincuenta sacos de harina corriente. Que al día siguiente, viendo que el prisionero era incapaz de procurarse dinero, el capitán de la goleta mandó que se colocara una tabla apoyada en el costado del estribor e hizo caminar por ella al capitán Smith. Que cuando este llegó al final de la tabla, retiraron ésta bruscamente y el desdichado capitán Smith cayó al agua. Que mientras hacía esfuerzos sobrehumanos para regresar a bordo a nado, el capitán de la goleta pidió su mosquete y disparó sobre él a bocajarro, de modo que su prisionero fue tragado por las olas y desapareció.”

“El resto de la tripulación de la balandra fue amarrado con grillos y metido en el fondo de la sentina, con excepción del hijo del infortunado capitán Smith, muchacho de catorce años de edad, que fue testigo del deplorable fin de su padre. Cansado de sus gritos y llantos, el feroz capitán le asesto un culatazo en la cabeza, lo cogió por los pies y lo arrojó al mar. Al día siguiente se apoderó de todo cuanto componía el cargamento y aparejos de la balandra, prendió fuego a bordo de la misma, entregó a cada prisionero un bote con agua y un reducido pedazo de galleta por todo alimento, les obligó a embarcar en una barcaza y los abandonó al garete, sin brújula, diciendo que dispararía contra ellos y los mandaría al infierno si no se sometían a su voluntad. Esos desdichados se vieron arrastrados hacia alta mar, pero, afortunadamente, en la tarde de aquél mismo día fueron recogidos por la goleta “María Ana”, que navegaba por el Río Negro, y que los desembarcó en Port Morant el 18 de julio de 1822. El pirata, cuya ferocidad acabamos de destacar, es un hombre de elevada estatura, complexión robusta, nariz romana, rostro alargado y de unos cuarenta y cinco años de edad.”.

Después de lo contado, podría decirse que poco más queda por añadir. Sin embargo, omitiría parte de la esencia de esta historia: lo que podría darnos las claves sobre la personalidad de Domingo Muñoz y los suyos, el porqué de aquella imagen de una Wanda desnuda y gruñendo encadenada a la mayor, o lo que sabemos sobre el fin de esta banda de piratas. De todo ello, estimado lector, hablaré en la próxima entrega.



Comentarios

  1. Menudo elemento el Padre Domingo. ¿Qué le pasaría por su cabeza para ese cambio? Eres un maestro sosteniendo la tensión. Te leía fascinado mientras intentaba encontrar el motivo del encadenamiento de Wanda. Quedará para la próxima.

    Un abrazo.

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  2. Pues si que nos dejas en buen momento, no sabemos todavía por qué Wanda está atada ni mucho menos el por qué del comportamiento tan brutal del protagonista y por supuesto como va a ser el final de la historia de ese personaje.
    :-) Como siempre nos dejas en ascuas.
    Un abrazo

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  3. ¿La ató porque le dolía mucho la cabeza?

    Llevo unos días muy atareado y he aprovechado el viernes para ponerme al día con el "serial".

    ¿Era una goleta de velacho? lo digo porque las goletas "normales" no tienen vergas, sólo cangrejas.

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  4. estimado lector, estimado lector.....
    maldito escritorzuelo
    si nos estimaras escribirías más.

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  5. ¡Hola Charles!

    Estuve algo ausente del ordenador por mi viaje a Cantabria y creia que ahora al tener tres episodios juntos para leer iba a resolver todas las interrogantes, pero no es así, nos mantienes todavia pendientes del desenlace sobre este personaje increible.
    Un monje puede dejar de serlo, e incluso enamorarse, pero ¡volverse tan cruel y despiadado!

    Tengo curiosidad por leer los siguientes capítulos.

    Un abrazo.

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  6. En la próxima entrega espero poder aclarar el porqué de aquél encadenamiento que, en principio parece un poco extraño. Sólo puedo adelantarte, querido Goathemala, que al final lo es más todavía. Espero que vayas mejorando en tu salud.

    Para mí Leo, que ese uno de los mayores enigmas y algo a lo que se le puede dar mil vueltas. Me refiero al mal, a esa crueldad gratuita y falta de cualquier mínimo de humanidad. Pienso que tiene que ver más con una enfermedad mental que con cualquier otra cosa.

    Efectivamente, Salamandra, las goletas llevan generalmente velas cangrejas, pero en algunos casos llevan en el trinquete y mayor vergas para juanetes y gavias, llamándose, hasta donde yo se, "goleta de gavia". Imagino que esa sería la que empleaba el tal Domingo Muñoz, si nos fiamos de los testimonios que han llegado hasta nosotros.

    Como curiosidad, te diré que la "Hispaniola" en la "Isla del Tesoro" de R.L. Stevenson era también una goleta de gavia.

    ¿Cómo podéis vos decir eso, estimada Anarkasis, cuando alterno pañales y presupuestos con visitas al trampolín del Enmanuelle, sólo por intentar deleitarles un poco con los cuatro párrafos que les pongo? Pa mi que lo de comitre es vocación muy señalada en vos.

    Estimada Chela, algo sabía de tu estancia en Cantabria por tu cuaderno. Espero que lo hayas pasado bien y que pronto nos cuentes algo de lo que viste. Yo por mi parte, espero terminar el serial en el próximo capítulo ¿o no?. Ya veremos, que todavía hay mucho por contar.

    Muchas gracias por vuestra visita y el testimonio que habéis dejado de ella.

    Salud

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  7. prometo no comitrarle ningún latigazo más si usted acorta un poquitín las calmas chichas entre capítulos

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  8. Lo procuraré, querida amiga, y más aún si promete no martillearme los oídos con el golpe del tambor, ni el chasquido del látigo. Lo procuraré, si la enorme carga de trabajo que llevo a las espaldas me lo permite.

    Salud

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  9. ¡Menudo pájaro el Padre Domingo! Aunque no sé si extrañarme de su salvaje crueldad, a la vista de lo crueles que han resultado ser muchos curas a lo largo de los siglos... Me ha encantado este capítulo y me sumo a la petición de anarkasis de que no te alargues tanto entre entrega y entrega. Besos, querido amigo.

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  10. Como en todo, querida Isabel, ha habido entre los curas de todo. Imagino que esa situación de privilegio en la que vivieron en tiempos pasados les permitió abusar de ello con mayor facilidad, y más aún cuando se apoyaban en una legitimidad supuestamente divina.

    Lo mismo que lo dicho a Anarkasis, espero volver pronto, pero esta temporada ando algo atareado. Gracias por el interés.

    Salud

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  11. Siendo un cura, lo raro es que no llevara un coro de voces blancas en vez de la despampanante Wanda.
    Disiento enérgicamente de lo que dices en cuanto al mal. El mal existe y no tenemos explicación para él, lo más inquietante es que una posibilidad que todos tenemos, pero hay enfermos mentales buenos y malos igual que los sanos. Lo siento pero lo que dices va por el camino de la desresponsabilización que está tan en boga. Perdonad la parrafada.

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  12. No voy a ser yo, estimado Vere, quien te quite la razón, pues te considero con más conocimientos y criterio que yo en toda esa materia.

    El mal existe, de eso no tengo ninguna duda. Lo que no entiendo, no quiero entender, o me cuesta hacerlo, es que es lo que hace que, por lo menos en apariencia, alguien se inhiba absolutamente del dolor que está provocando a otras personas. Se trata de personas absolutamente normales que, en un momento dado, cambian su rumbo. En este momento estoy recordando a Raskolnikov y algún otro personaje del mismo autor -por no salirme de la literatura-: el proceso que le lleva al crimen y posterior arrepentimiento. ¿Ocurre siempre así?.

    Es una cuestión que tengo poco clara y de la que considero que habría mucho que hablar.

    De cualquier manera, no hay que perdonar ninguna parrafada, si no más agradecerla y, por supuesto, sentir que esa disensión te haya provocado tan enérgicamente.

    Salud

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  13. Pues no lo sientas que no hay porqué Charles. No te voy a hacer una disertación, pero lo que decías, me sonaba a poner el mal en el lugar de los otros, los alienados (alienum). Pero sigue siendo dificilmente comprensible lo que tu dices de la indiferencia (o el gusto) con el dolor ajeno.

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  14. Lo de poner al mal en el lugar de los otros creo que es una costumbre muy humana. Que se le va a hacer. Te pongo en el debe la disertación que omites, pues seguro que es muy interesante.

    Salud

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