El Diamante y la venganza I

Lo que se cuenta a continuación está escrito en una recopilación de los casos más interesantes existentes en los Archivos de la Policía de Paris y su autor, aquél que las recopiló, le puso el título, muy apropiado como se verá a lo largo de los siguientes días, de El diamante y la venganza.


Francois Picaud, un joven zapatero de Nimes...
...iba a casarse por fín con su prometida, Therese. Estaba exultante, feliz, y así le vieron todos los conocidos a los que visitaba para invitarles a los festejos previos a la ceremonia.
En aquél París de 1807, la colonia de emigrantes de Nimes y el Departamento de Gard, acostumbraban a reunirse en el café de Mathieu Loupian, muy cerca de la Plaza de Sainte Opportune. Allá se llegó Francois para encontrarse y comunicar la buena nueva al dueño del café y a tres parroquianos más, todos ellos amigos íntimos suyos.
Parece ser que el tal Loupian no le tenía demasiada buena fe al que se creía su amigo, y añadía a aquello una profunda envidia por la belleza y la fortuna que la novia iba a aportar al matrimonio. Así que no es de extrañar que él fuera quien propuso la siguiente idea, nada más marcharse el zapatero:
- Así que la boda es el martes –dijo Loupian.
- Sí en tres días.
- Pues creo que voy a retrasar la fiesta -añadió maliciosamente el dueño del café.
- ¿Y cómo lo vas a hacer?.
- Se me ha ocurrido una idea excelente… Dentro de poco va a venir el comisario a tomar su café. Le diré que nuestro amigo Picaud es un agente inglés, le detendrán, y entre interrogatorios y papeleos, os garantizo que la boda se va a posponer bastante tiempo.
Uno de los concurrentes, Antoine Allut, consideró que no era una buena idea: Napoleón les había llevado a la guerra con media Europa, y sobre todo con Inglaterra. Además, hace poco, se dieron nuevas insurrecciones en la Vendee auspiciadas por aquellos, y acusar a alguien de ser agente suyo puede ser más grave de lo que parece. Antoine, se negó a participar de ello, se levantó y se fué.
Los tres compinches siguieron adelante con su plan, hablaron con el comisario y éste a su vez se lo comunicó al Duque de Rovigo, quien ordenó, la noche del domingo al lunes anterior a la boda, que arrestaran con el mayor de los secretos al sospechoso.
Francois Picaud desapareció totalmente y sin dejar ningún rastro. Nadie volvió a verlo, ni siquiera la que iba a ser su futura esposa. Sólo podían imaginar qué había sido de él sus amigos del café de Loupian, aquellos mismos que se habían prometido que con aquella broma iba a reir a ventre deboutonné.
(Segunda parte: Joseph Lucher, hombre de fortuna aquí)

Comentarios

  1. Bueno, no queda otra que esperar a mañana (hoy). Mala sangre la de los tabernarios. Y que sea verídico le da una luz especial.

    Saludos.

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  2. Desde luego que hay mala sangre -o leshe-, en la broma de los amiguetes tabernarios (por llamarles de algún modo).

    La historia, como ya sabrás, no tiene ningún misterio: lo que he querido es jugar un poco a crear un relato-folletín, como aquellos que se daban antes por entregas en los periódicos. Para eso, nada mejor que la materia prima de este conocido suceso.

    Gracias por tu visita

    Salud

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  3. No, la historia no la reconozco. La palabra misterio siempre capta atenciones, lo digo por una entrada reciente en la que la voy a emplear. Voy a la segunda parte, veamos si ya brilla el diamante.

    Saludos.

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  4. vuelvo a entrar esta noche que la historia promete
    (intrigá me quedo)

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  5. Aquí te esperará, Anarkasis.
    Gracias
    Salud

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  6. Y el amigo que no quiso participar ¿no dijo nada?. A ver si al final tampoco era amigo. Bueno, será mejor que siga leyendo por si acaso.

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  7. He retrocedido hasta este post para leer esta interesante historía que se me había pasado.¡Y no quiero perderme uno solo de tus relatos!

    Seguiré leyendo hasta acabarlo.

    un abrazo.

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