El sonido que construye todo lenguaje


Esta ilustración es una de las que contiene el libro Lapponia de Johannes Schefferus (1621–1679), el que se considera el primer trabajo importante sobre la cultura, la historia y las formas de vida del pueblo sami, que por aquél entonces ocupaba las regiones del norte de Noruega, Suecia y Finlandia. Schefferus no hacía sino alimentar con su obra el creciente interés que por aquél entonces sentía el público lector europeo por las tierras septentrionales del continente, especialmente desde la difusión casi un siglo antes de la Historia de Gentibus Septentrionalibus (1555) de Olaus Magnus. En este caso, el libro da respuesta directa además al temor que sentían los colonos noruegos a establecerse en áreas fronterizas con los sami, debido a la terrible fama de sus hechiceros. Puede parecer raro, pero hay una orden de 1609 firmada por el rey Christian IV, que puede aclararnos hasta que punto este miedo parecía real: «Como muestra la experiencia, los finn y lapones son por naturaleza propensos al uso de la hechicería. Por eso, ni los noruegos ni otras personas piadosas se atreven a vivir cerca de ellos, y mucho menos a instalarse en los fiordos donde abundan. Por lo tanto, se tendrá una vigilancia estricta y seria sobre ellos, para que quienes sean declarados culpables de usar hechicería, mediante juicio, sin ninguna misericordia, sean condenados a muerte».
                                                                                                Tambores y algunos otros elementos rituales.                                                                                                          
La orden entró en vigor de inmediato y se celebraron diversos juicios que terminaron con muchos sami quemados en la hoguera acusados de hechicería, en algunos casos por usar rituales de magia curativa, en otros por realizar los llamados nudos de tormenta con el objeto de provocarlas mediante una invocación. Pero uno de los principales motivos de condena era el de estar en posesión de un tambor rúnico, también conocido como tambor del diablo por las autoridades noruegas, que es lo que la imagen que he extraído del libro de Schefferus muestra. La escena, que representa a un hombre recitando con ritmos percusivos y tonos medidos algunas frases rituales para después caer en trance, me recuerda a un interesante fragmento de Gershom Scholem en su «El nombre de Dios y la teoría lingüística de la Cábala», que he buscado y traducido de una versión francesa como mejor he podido.

«El punto de partida de todas las teorías místicas del lenguaje, y por tanto también de los cabalistas, es la convicción de que el lenguaje, el medio en el que se realiza la vida espiritual del hombre, tiene un lado interior, un aspecto que no puede reducirse a las relaciones de la comunicación entre los seres. Las personas procuramos hacernos entender entre nosotras, pero en todos estos intentos vibra algo que no es sólo signo, comunicación, sentido y expresión. El sonido, sobre el que se construye todo lenguaje, la voz que le da forma, que lo forja elaborando su materia sonora, son ya en este sentido, prima facie, mucho más que lo que entra en la comunicación».

                                                                           Tres mujeres sami fumando en pipa y con el traje tradicional. Principios del siglo XX.                                                                                        

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